lunes, 12 de enero de 2009

Cuando un paso atrás significa avanzar

Valeria ha vuelto a su antiguo cole. Nos lo hemos pensado el mes entero y finalmente hemos resuelto que sea así.
Cuando hicimos el cambio, hace dos meses, estábamos muy ilusionados todos (tengo que ser franca, ella menos), pensando que el ideario que proponían, las actividades que decían tener y el sistema que, en teoría, tenían implantado era muy diferente a todo lo que tradicionalmente se estila en otros colegios.

Durante las primeras semanas sí que vimos muchas cosas distintas (no voy a decir que sea todo igual, hay profesores de primera), pero empezamos a notar que no tenía mucho que ver la teoría con la práctica, que la escolarización seguía siendo vertical (en algún caso, hasta militar) y que algunos profesores no trataban de forma respetuosa a los niños. En menos de dos meses vivimos tres experiencias de pena... no hacían falta más experimentos.

Me desencanté absolutamente y protesté oficialmente como "mamá" ante el cole. Había puesto tanta ilusión!! Había tenido que convencer a Valeria para cambiarse, hacer números y números para que las cuentas salgan perfectas; qué pena.

Pero mi tristeza va más allá porque sometí inútilmente a mi hija a ese cambio, a la angustia de ser "la nueva", a la separación de sus antiguos amigos, al traqueteo de tener que ir en metro todos los días y sobre todo a la desilusión de sentir que no valía la pena el sacrificio.

Dejó de tener alegría por ir al cole, ni siquiera para ver a sus amigos nuevos, cambió de humor - ella que está siempre chispeante y con la risa fácil - y se la veía agotada. De ella misma salió la petición del volver al cole antigüo porque, por lo menos, allí tenía amigos queridos. Así lo hemos hecho.

Ha sido una suerte que en su viejo colegio tuviesen una plaza, que no le pusieran pegas para volver. He tenido que poner cara y hablar con la monja directora, tocar la puerta humildemente y esperar a que me digan que sí. Han sido amables pero me han tirado las orejas… he tenido que bajar la cabeza y decir que acepto sus normas añejas, sus métodos “tradicionales” y etc., etc. De todo se aprende.

No estoy feliz, sino decepcionada. Me siento estafada ya no con el dinero, que no es poco, sino con esa promesa que he incumplido por confiada. No estoy feliz y debería estarlo porque, como dice mi hija, debería ser feliz con su felicidad. Pero a veces no es tan simple.

Como madres queremos lo mejor para nuestros hijos. Queremos que estén siempre contentos, que jamás se sientan abatidos ni derrotados. Daríamos la vida por saber que estarán siempre bien. Por eso me resulta aún más difícil aceptar que me he equivocado y que el conejillo de indias ha sido mi pioja.

Valeria ha vuelto. Está contenta otra vez. No es ni por casualidad el tipo de educación que soñé para ella un día; es la que hay. Me conformo porque no quiero seguir tocando puertas equivocadas a costa de su tranquilidad y no puedo evitar sentirme culpable por darle a la pequeña lo que la mayor no tuvo. Mi consuelo es que, dentro de lo que cabe, el cole es bonito, una infraestructura bien montada, las monjas son abiertas, hay profes que están bien (y algunos a los que no puedo ni nombrar)… pero como en todas partes.
El método es el mismo de siempre y tendré que morderme la lengua y ayudar a la pioja a repetir sin cesar las lecciones que le den e intentar hacerlas activas desde casa.

Ha sido un paso atrás... pero quiero pensar que tal vez nos sirva para avanzar. Que quizás, la "guerra" por una educación diferente se tenga que luchar desde el interior, desde el centro mismo del sistema actual y que la tarea de los locos que soñamos con esto sea seducir a otros padres y maestros con la idea de una escuela mejor. Así - tal vez - la escuela que queremos dejará de ser un privilegio y algún día todo cambie…

8 comentarios:

lavacamejor dijo...

Tu misma lo has dicho: cambiar las cosas desde dentro. Además, con el tiempo tu piojilla aprenderá a moverse dentro del sistema pero pensando por ella misma, es decir será una librepensadora encubierta jeje.

Anónimo dijo...

Pues ya te vale, guapa. No creo que sea muy bueno para una niña estar dos meses en un colegio nuevo y luego volver al antiguo. Tanbién deben aprender de nosotros constancia, y asunción de las consecuencias de las decisiones que se toman, sean buenas o malas.

Claudia dijo...

Hola Anónimo: Pues yo creo que al revés. Es bueno para un hijo que sus padres rectifiquen buscando su felicidad. Hacer víctima de mi error a un hijo para enseñarle constancia sería cruel.
Lo que tienen que aprender es que constancia no es mantener una situación equivocada sino intentar ir cada día por el mejor camino. Perservar en ser mejor, no perseverar en el error.
¿Acaso no podemos arrepentirnos un segundo antes de la boda? O incluso un segundo después? Imagínate que te casaras con una persona que no resulta ser quien tú creías. Según tu criterio, a lo hecho, pecho?
;-)

Maite dijo...

ay, cuánto lo siento. Sé la ilusión que había en ese cambio y sí, es decepcionante. Pero si Valeria está contenta de nuevo, si la ves sonreir... está todo en su camino. A nivel enseñanza... ella tiene unos padres que le enseñan a pensar. Eso ya lo tiene ganado. Es una niña inteligente, con gran capacidad y en su casa le enseñan a pensar por sí misma. Lo tiene todo ganado.

Entiendo tus sentimientos, así que un abrazo enorme!!!!!

Anónimo dijo...

A lo hecho pecho en cierta manera, qué menos que acabar el curso. Cuando yo he apuntado a alguno de mis hijos a alguna actividad y a los dos meses me han dicho que se querían borrar, los he mantenido el curso entero. Si al año siguiente no quieren ir, perfecto, pero el curso tienen que mantenerlo. Así también aprenden a valorar más las cosas y a estar seguros de lo que piden. Es mi opinión. No creo la búsqueda de la felicidad para nuestros hijos sea una realidad tan plana. Felices serían también si nunca les obligáramos a hacer nada que no quisieran hacer, por ejemplo, pero eso no les aportaría nada positivo para su futuro. Mi único objetivo con respecto a mis hijos es convertirles en adultos maduros, independientes, y que sepan valerse por sí mismos en un futuro, y sólo quería comentarte que asumir las consecuencias de los actos ayuda a madurar. Y la madurez, el darle a cada situación la importancia que tiene, ayuda a ser feliz. No era mi intención molestarte, ya te digo que es sólo mi opinión, pero sigo creyendo que no es positivo y que yo, por supuesto, no lo haría.

Claudia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Claudia dijo...

(copio y pego otra vez, que antes salió solo la mitad)

No me molestas en absoluto. Te agradezco que participes aunque me gustaría que no lo hagas desde el anonimato. :-)
Creo que no has entendido que la decisión de hacer un cambio partió de nosotros y que ella simplemente aceptó y que hubiera sido injusto que pague/asuma por una decisión (nuestra) equivocada.
Sobre obligar a los hijos "por su bien": A mi mis padres jamás me obligaron a hacer nada que no quisiese y desde luego, yo jamás obligaría a un hijo mío a hacer nada si no quiere.
Pero todo es una cuestión de visión, de comprender que nuestros hijos son personas competentes, como diría Jesper Juul, y que no se hacen "personas" en el camino, sino que nacen siéndolo. De que las relaciones con los hijos no pueden ser verticales y autoritarias si en el futuro queremos hijos seguros de sí mismos y autónomos en sus decisiones.
En ese sentido, no hay discursos, sermones ni lecciones magistrales que valgan. Para los hijos la mejor lección que pueden recibir es nuestro ejemplo.

Para leer: http://www.jesperjuul.com/su_hijo_una_persona_competente.asp

Anónimo dijo...

Ay, Clau, corazón. No sabía que al final habias tenido que cambiar de nuevo a Valeria, pero miralo por el lado positivo. Muchas veces tenemos que confiar mas en nuestros hijitos, y responder a sus gustos y preferencias si no hacen daño a nadie. Asi aprenden como respetar, siendo respetados. A mi cuando me comentaste que la cambiabas, no me dijiste que ella era afin con la decisión, y si ya te costó que aceptara, está bien haber recapacitado y asumido nuestro error. Aprendemos de los errores. Uno espera dar a sus hijos lo mejor del mundo, y asi hacemos tantos "sacrificios" por ellos sin que ellos lo pidan...Me alegro que sea de nuvo feliz, y por Dios, aprende del error con alegría, un hijo feliz es maravilloso ¿no crees? aunque como padres pensemos que la educación que les dan es penosa...yo soy de cole publico y de educación tradicional, y ya me ves, ningún problema. Quien desea aprender no siente que la educación sea de una forma ni de otra, siempre aprovecha lo que tiene y lo hace de la mejor forma posible. Muchos besitos...

Ausente, pero no.

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