viernes, 19 de septiembre de 2008

Papás involucrados y de los otros

El otro día, en una charla que di en un Centro de Salud, un papá me replicó un poco airado el porqué las monitoras de estos grupos de madres (sea lactancia, crianza o temas afines) nos dirigíamos con énfasis a las mamás y dejábamos a los papás de lado. Que parecía que restábamos importancia a su papel o que simplemente no jugaban ninguno.


Le contesté que no. No es esa nuestra pretensión. Que el papel que juega el padre es igual de importante, aunque los cambios físicos y emocionales los viva de otra manera. El embarazo, el parto y la lactancia son cosas inherentes a Mamá de forma natural, pero no por ello Papá está en un segundo plano. Es una ficha clave; es la mano que sostiene a la Mamá que nace en el momento del parto; es el apoyo emocional de su mujer en la transición/metamorfosis, el referente de fortaleza en ese momento de bajón hormonal que nos afecta a todas y que nos hace soltar esas lágrimas extrañas (y casi siempre incomprendidas); la voz de ánimo cuando una lactancia se dificulta, el guardián de la casa ante las visitas pesadas, el relevo de las noches de cólicos y llanto interminable a dúo, la otra piel que quiere sentir el bebé cuando su madre no está.
Un papá puede hacer muchas cosas; la diferencia fundamental entre Papá y Mamá, es que papá puede no querer hacerlas. Es decir, para que no se malinterprete: Mamá no tiene opción, se embaraza, pare, da la teta. A veces es agotador y quisiéramos huir; pero es mucho más difícil escapar aunque tengamos ganas.

Papá tiene en ese sentido las cosas más fáciles. Vuelve al trabajo enseguida, su vida no cambia mucho, su mundo sigue siendo igual cuando atraviesa la puerta de su casa. Físicamente no ha sufrido transformación alguna y sus hormonas no le juegan malas pasadas.
Por eso le es difícil entender que a Mamá las cosas no le resulten tan amables; ella, la que tanto quería un hijo... Ahora llora!
Papá puede llegar e involucrarse hasta donde él mismo quiera; y eso es muy muy lejos. Puede hacer muchas cosas por Bebé, pero también por Mamá, que no hay que olvidar, es además, su mujer.

Puede ser más atento y no esperar "recuperar" tan pronto a la mujer que antes tenía. Puede ser más paciente y leer con ella todos estos aburridos artículos sobre crianza. Puede tener al bebé piel con piel, hablarle y acunarle. Y atárselo al cuerpo como si estuviera "embarazado". Puede calentar la lechita que se extrae mamá y dársela amorosamente a Bebé cuando ella descansa... Y más tarde, jugar a las muñecas, hacer deberes, hablar con los hijos, llevarles, recogerles, llamarles por teléfono, acompañarles en todos sus momentos, aunque esté a millas de distancia.

La maternidad no se reduce a panzas de globo y tetis lecheras, es mucho más. La paternidad tampoco tiene límites. Hay mucho por hacer el resto de la vida de ese niño que hemos traído al mundo, simplemente hay que querer involucrarse.

No sirven las palabras "yo ayudo a mi a mujer con el niño", porque ella no necesita ayuda. Necesita compartir la responsabilidad y los temores que enfrenta con esta nueva vida que llega tras el nacimiento de Bebé, que es de los dos.

Suspiro....

Hay papás involucrados y de los otros. Hace 13 años, cuando topé con uno del bando del de los otros, decidí que no nos hacía falta ninguno para ser felices y miré de frente el futuro. En el camino surgió un papá que nunca firmó nada, que no le vió nacer, que no pudo acunarla y que sin embargo se involucró como nadie en la crianza de este pedazo de luz. Un papá con un buen par de aquello que las gallinas ponen, que asumió un cachorro ajeno como propio.


Han hecho falta años para que la Ley le reconozca como Papá, aunque de facto, lo sea de dos niñas... Desde el 12 de septiembre, Papá Conejo tiene algo que ya quisiéramos tener todos: Un certificado de idoneidad como PADRE. Así, con mayúsculas, porque se lo ha ganado.

Desde aquí mi tributo al hombre que es el mejor padre que mis hijas pueden tener; el amadísimo compañero de camino y el mejor amigo.

Papá Conejo: cada día me enomoro más de tí.
Te amo.

:-)

lunes, 15 de septiembre de 2008

¡¡Vamos al cole!!

Primer día "oficial" de clases. Han salido las dos, guapísimas, rumbo al cole. Estaban mis dos chiquillas con los miedos típicos; la mayor un pelín más nerviosa por todos los cambios que implican en su vida. La pequeña con más miedo por la separación de mamá, que por los amiguitos que todavía no conoce.
Pero felices. Y yo, más... Porque creo que al fin he dado con los lugares ideales para mis dos piojas.
La pequeña fue recibida por una profesora angelical que le llenó de besos. Ya habíamos tenido una primera reunión con ella, unos días antes y un pequeño periodo de adaptación (porque no tengo más vacaciones, snif) y conocimos las aulas, la metodología activa, las otras profes...

El lugar me encanta. El aula de mi piojilla es una cabaña con un parquecito, con toboganes y juegos, exclusivo para los enanos de 2 años; sólo ellos pueden entrar. En la cabaña/clase, la reproducción de una casita con todo dispuesto para que jueguen: sofá, sillitas, libros, muñecas, cocinitas... todo muy acogedor, muy "casero". La profe me habló de la importancia de sentirse feliz en el cole. Que no esperemos que rellenen fichas y que lleve a casa "trabajos" porque lo principal para el Centro es que se sienta feliz, acomodada y querida; y que vaya a jugar, a pasarlo bien y estar con los amiguitos.

Me ha dicho: en esta edad son bebés todavía, no necesitan aprender grandes cosas y nos tomamos todo el tiempo del mundo hasta que estén todos adaptados al sitio y a nosotras. Por eso, los "aprendizajes" consistirán más bien en recoger los juguetes después de jugar, ponerse la chaqueta, ayudar al amiguito, saber cuál es su taza, colgar el baby en el perchero, cantar y bailar... En fin, lo he visto un poco Montessori y otro poco Pestalozzi. No hay castigos, no hay rincones, no se obliga a nadie a hacer algo que no quiere (y esto incluye comer y por eso les dan poquita comida y si quieren más, les ponen otro poco). ¡Les cogen en brazos y les dan achuchones! Cuando llegué cada una de las profes tenía un niño cogido y consolaban a otro que lloraba por mamá.

Tienen que ir con ropa cómoda para que puedan jugar a sus anchas. Además, nos han pedido una muda extra de ropa, incluyendo zapatos, para que - palabras textuales - cuando llueva y juguemos en los charcos (que les encanta) o juguemos a pintar, modelar o algo que resulte manchoso, puedan volver limpitos a casa; lo mismo si hay algún "accidente" con los que usan pañalito, que los hay muchos.

Qué a gusto estoy y qué tranquilidad. Sofía - que ya había ido antes en periodo de adaptación - no ha llorado. A media mañana la profesora llamó a cada papá/mamá para contar cómo había sido ese primer día oficial: Maravilloso.

A mi pioja mayor le da un poco más de reparo su cole nuevo, pero le he visto contenta con los profesores. Me ha dicho que son divertidos y que tiene un buen sitio en la clase. El día de la presentación se sintió un poco sola y dos profesoras se acercaron a charlar con ella y otra niña nueva para que vayan haciéndose al grupo. Pero hoy ha llegado diciendo que este año quiere hacer el examen de inglés con sus compañeros y que si le dejaría ir a Andorra, porque una de las excursiones en invierno es a esquiar. Le gusta su uniforme porque le queda sensacional (y a mi más, porque encima es barato!) y ya alguna niña de la clase le ha dicho que "está ahí para lo que quiera", que aunque sea nueva y no se conozcan de nada, le ofrece su ayuda.
Ha llegado diciendo que ha estado con Fulanita, Menganita, Sutanita y no se quién. Que le han hablado todas muy bien y que ha hecho más deporte que en toda su vida junta. Ha terminado diciéndome que está feliz. Los profes, muy majos y les hablamos de tú.

Me han gustado los libros que lleva, que pueda dejarlos en la clase y no cargar con 12 kilos cada día, el ideario y el "feeling" que hay. Las instalaciones no son de lujo ni mucho menos; son bastante modestas, pero al parecer le sacan mucho partido y hay muchas actividades donde participan todos.
Este segundo cole me gusta más para secundaria, porque aunque tiene infantil y primaria (clase de dos años, no) y sería estupendo tenerlas juntas... las instalaciones del cole de la piojilla me gustan más para los pequeños porque están hechas a medida. Eso sí, llegar hasta el cole es un lío tremendo jeje.

Esas han sido mis primeras impresiones. Poco a poco iremos viendo qué tal, pero creo que al fin hemos dado en el clavo.

:-)

domingo, 7 de septiembre de 2008

Mamá, te perdono

Sobre las rabietas de los dos años

Mamá, te perdono. Eso es lo que me ha dicho la Piojilla, llorosa y compungida, luego de una crisis de llanto terrorífica y luego de haber tirado al suelo el aparato de música de la mayor y destrozarlo. Se escuchó mi grito furibundo en todo el edificio.
Contar hasta diez, mantener la calma…. Esto me ha hecho pensar, que todo lo que he leído sobre rabietas es poco y que no existen ejercicios de paciencia lo suficientemente avanzados. A veces, se explota.

Mamá, te perdono. Obviamente, ella quería decir: mamá perdóname… pero escuchar su vocecita triste decir que me perdonaba me encogió de ternura el corazón y me sentí perdonada. Nos abrazamos y le dije que le quiero mucho; que no se hacía eso con las cosas de la hermana porque la hermanita lloraba. De repente y como por arte de magia, volvió a ser la misma nenita dulce. Nos dimos besos las tres.
Los dos años son como una primera adolescencia. Es imposible no pasar por ellos. Algunos niños más, otros menos… pero todos.

La diferencia está en la forma en que tenemos de afrontar un episodio así. El otro día me superó. Acabábamos de subir en el autobús con la piojilla llorosa, con sueño y quejándose de todo. Bastó una tontería para desencadenar el llanto, cada vez con más volumen, hasta que finalmente era un solo grito eterno. La gente nos miraba, otros hacían shhhhhh y yo, desesperada por llegar, intentaba calmarle. No había forma; daba la impresión de que cada vez que yo hablaba, ella lloraba más fuerte.
Al final tuvimos que escapar del autobús porque creo que si no lo hacíamos, nos echaban. Está demás decir que no llegamos a nuestro destino y yo tenía los ojos llenos de lágrimas por la impotencia.
¿Es extraño que la misma niña deliciosa, que dice por favor y gracias, que da besos e inspira los sentimientos más tiernos, se convierta en una especie de Mr. Jekill cuando se presiona un botón? No. No es extraño; no hemos "mal-criado". Es lo normal y lo necesario para afianzar su personalidad; es el resultado de la frustración, de que algo no salga como quiere/desea/pretende… es el principio del YO y el ejercicio constante del poder de su voz. Ha aprendido a decir no, a reconocer que existe el otro y que puede obstaculizar sus deseos.

A pesar de toda la teoría aprendida ¡qué difícil es poner todos los consejos en práctica! Contar hasta 10, 20 si hace falta…. Empatizar siempre, acompañar a los hijitos. Hay tantos artículos sobre ello, libros y teorías diversas sobre el llanto y las rabietas como autores han escrito; y sin embargo no hay recetas mágicas. Simplemente, y en resumen, tomarse las rabietas con tranquilidad, amarles y llenarles de besos cuando todo esté en calma y sobre todo, no sentirse culpable; no hemos hecho nada mal; no somos los peores padres del mundo. Pasará.

Y bueno armarse de muuuucha paciencia porque tengo que decir, por experiencia, que las rabietas de los dos años suelen durar hasta los cuatro... :-)

Para saber más: El imprescindible blog de Maite, Adivina cuanto te quiero, tiene una selección excelente de artículos sobre rabietas.

Ausente, pero no.

  No entro mucho por aquí aunque lo estético sea estar presente en redes. Y lo que sucede en realidad es que los días pasan rapidísimo y no ...