lunes, 30 de mayo de 2011

Madres y madrecitas

Antes de que se acabe el mes de las madres, quiero rendirles tributo.

Porque el día de las madres debería ser todos los días. Porque nunca como ahora estamos las mujeres tan obligadas por las circunstancias a ejercer de madres, de amigas, de trabajadoras, de mujeres…. Y no despeinarnos en el camino.

Porque no se reconocen los oficios domésticos; no se les da ningún valor al trabajo no remunerado, a las noches sin dormir, a la tarde de parque, a la organización al extremo que nos permite ir y venir, cocinar, leer cuentos, trabajar dentro y fuera de casa y que nos sobren minutos para hablar con alguien por teléfono. No se valora la creatividad de las madres para llegar a fin de mes con sueldos esmirriados. No se aprecian las sonrisas (aunque la procesión vaya por dentro) y el poder hacer cuatro cosas al mismo tiempo. No se tiene en cuenta nuestra capacidad de trabajo bajo presión.

Nos han tomado el pelo. Nos han contado que la liberación de la mujer empezaba por el poder salir a trabajar y resulta que yo conozco a muchas mujeres que, por lo menos durante los primeros meses de sus hijos, desearían poder quedarse en casa y cuidar de sus retoños; y cuidarse ellas mismas. Liberarse de los trabajos que las hacen mujeres liberadas.


Nos han vendido que ser súper mujer y súper mamá es compatible; que no hay que renunciar a nada, que no hay límites. Que podemos llegar a todo, que podemos hacerlo todo y que la que no lo consiga es una fracasada.

Nos han engañado. Porque para ser una gran ejecutiva, otra mujer tiene que ocupar nuestro lugar: la nana, la abuela, la tía. Y parece ser que si quieres ejercer tu maternidad al 100% no tienes nunca más el derecho de pensar ni de mostrar inteligencia. Qué lejos queda todavía la conciliación familiar y qué lejos está poder elegir lo que de verdad queremos hacer (trabajar – criar) sin culpabilidad y sin ser juzgadas por ello.

Mucha gente me pregunta cómo hago para realizar todas las tareas que me impongo a mí misma. Mis activismos, mis blogs, mis grupos de madres, mi profesión, mi maternidad… no hay secretos. No duermo. O duermo poco y mal.

Pero además, tengo que agradecer desde aquí a una persona que comparte mi tiempo, que se ocupa de Piojilla como una verdadera madrecita. Que la recoge cuando yo no puedo hacerlo, que está pendiente, que ama y se entrega como si fuera su responsabilidad. Una persona a la que tengo que agradecer todo lo que hace a diario y pedir disculpas por el tiempo que le quito, por su paciencia y por dejarme las cosas claras.

Yo también me desbordo. Yo también grito. Y a veces ella me da esas lecciones que tanta falta me hacen. El otro día, cansada y necesitada de un espacio “para mí”, intenté quitarme a mis hijas de encima: “¡¡basta ya, cuándo voy a poder estar sola un momento??” Y entonces ella, serena y segura me contesta: Nunca. Somos para siempre.

Lo sé. Pero necesito recordarlo y asumir que esto es ser madre. Estar siempre al límite; no esperar reconocimiento alguno.

Por eso desde aquí, quiero abrazar a mi hija mayor. Mi adolescente. Que ya es mejor madre que yo sin serlo y que en el futuro tendrá las cosas más claras de lo que las tuve yo. Te quiero hija. Gracias de todo corazón.

viernes, 20 de mayo de 2011

Preguntas Piojillescas

Piojilla ha entrado en el mundo del preguntón pisando fuerte. Ya no le valen las respuestas simples y responderle requiere una concentración especial y, desde luego, una búsqueda previa e investigación exhaustiva de lo preguntado. No os imagináis todo lo que estoy aprendiendo al buscar respuestas a sus interrogantes.

  • ¿Qué son estos hilos verdes qué tenemos en los brazos? (las venas)
  • ¿El cerebro es como una cuerda enredada en la cabeza?
  • ¿Cómo nacen los plátanos si no tienen semillas?
  • ¿Si nos morimos qué pasa?

Y también sus propias conclusiones:

"Dios es un bebé con alas"
"Si las chicas con chicas se pueden casar, podemos casar a Miski (mi perra) con Luna (la perra del vecino) para que tengan hijitos" (esta conclusión mereció que le contase cómo se hacen hijitos in-vitro... todavía no sabe –lo sospecha- cómo se hacen en versión natural)
Y así...
  
Releo los post de hace unos años, y repaso con ternura otros tiempos. Cuando perdió su chupete absorbido por mi bruja aspiradora; cuando la llevé por primera vez al "cole"; y aquella noche víspera de su tercer cumpleaños, cuando la miraba dormir... Piojilla se ha hecho mayor.
Y su pequeña cabecita no hace más que bullir con energía: piensa, piensa; vuelve a pensar. Descifra y cuestiona. Averigua, acierta, interpreta… todo en segundos. Y luego dice algo brillante y… a otra cosa mariposa.
  
Es el prodigio de la mente infantil. No de la mente infantil de mi hija, sino de la de todos los niños de 5 años. SI LES DEJAN.
Este es el momento de dejar que su imaginación vuele, que sus ansias de aprender sean satisfechas. Que busquemos junto a ellos la información que nos piden y que aprendamos a su lado todo aquello que nunca imaginamos.
La mente de un niño está repleta de ideas fantásticas. Si coartamos ese interés con tareas repetitivas, con sentencias como “no te salgas de la raya”, “las margaritas no son azules”, “ No se hace así, se hace asá”… en poco tiempo ese interés por aprender y ese afán de investigar se apagará.
El cole, tal y como está concebido actualmente, es el gran destructor de la imaginación y del potencial de nuestros hijos. Sin embargo, y a pesar de ello, podemos hacer mucho por fomentar su interés. Llevarle a sitios diferentes, comentar lo que se ve en la tele, hacer preguntas y buscar las respuestas en internet con ellos, construir figuritas, dibujar, hacer manualidades…. En suma, dedicarles tiempo de calidad.
Mantener vivo su ángel inquisitivo es cuestión de voluntad. No de exámenes complejos ni de textos aburridos… no de cientos de horas de clases extraescolares. La educación de calidad empieza en casa.

Para leer:

Para ver:

domingo, 15 de mayo de 2011

¡Queremos ir a Disney!


Recibo muchas invitaciones a participar en diferentes cosas como mamá bloguera. No hago mucho caso de ello porque ya hago tantas cosas que el tiempo no me da para más, pero esta vez las Piojillas han saltado de alegría con el premio que se ofrecía: Un viaje a Disney Paris para 4 personas.

Así que, voy a ello:

Participo en el concurso de Mamás Blogueras que organiza Suavinex:



Reconozco que no soy una bloguera habitual: no puedo escribir entradas cada día; ni soy muy comercial... (no tengo más publicidad que la tienda de dos amigas), pero intento dejar el corazón en cada una de ellas.

Todos los blog participantes son muy bonitos y es realmente una dura competencia; pero os pido el voto para el mío, Papá Conejo – Mamá Piojo, porque creo que las piojillas se merecen este viaje por todas las horas que les quito cuando estoy sentada al ordenador.

Será una gran alegría poder contar en un post futuro que nos vamos a París :-)

Participar en la votación:

1. Ve a la página del concurso:


2. Localiza en la columna derecha la cajita que ponga: Seguidores del Blog

3. Pincha en "participa de este sitio". (te pedirá que primero te identifiques con tu cuenta de correo o facebook) 

4. Deja un comentario en la entrada que tiene las candidaturas con el nombre de mi blog: Papá Conejo – Mamá Piojo y lo que quieras comentar.

¡¡Muchas gracias!!


lunes, 9 de mayo de 2011

Cuestión de fe

Clau707 para la revista Bonding


Season Mandala - peggymintun

Dice Michel Odent que para cambiar el mundo hay que cambiar la forma de nacer.

Y esta frase, no es sólo un conjunto de palabras románticas y utópicas, sino la certeza –científica- de que tendríamos un mundo mejor si naciésemos en mejores condiciones.

Con más frecuencia de lo que me gustaría escucho historias tristes de partos intervenidos. No sólo se trata de partos robados y niños extraídos… sino de todas las demás cosas que vienen detrás: historias de lactancias interrumpidas, bebés separados, parejas rotas, ilusiones truncadas, vida sexual inexistente, crisis vitales innecesarias, depresiones y lágrimas sin saber muy bien por qué.

No hablamos de algo simple. Hablamos de nacer. Tendríamos que dejar de banalizar un acto transcendental y entender que marca nuestras primeras aptitudes para la vida: El Amar y ser amados.

Nacer es importante y lo volvemos rutinario. Pinzamos, cortamos, lavamos… como si intentáramos borrar la huella de aquello que nos hace humanos.

Le ponemos fecha de caducidad al embarazo, como si se tratara de una olla exprés en peligro de explosión. Inducimos. Por comodidad o por cansancio, nacemos a los niños en días ajenos a los suyos.

Durante muchos años me pregunté porque las mujeres contaban partos tan terribles. Yo había tenido un primer parto indoloro y precioso; no me imaginaba nada diferente. Tuve que vivir en carne propia el dolor y la pena de que me nacieran a mi hija pequeña, para ponerme en la piel de otras y entender lo que hoy entiendo.

No siempre fue así. Desde que nació mi primera hija ocupé mi tiempo en leer, investigar e indagar sobre la maternidad, los partos gozosos, los embarazos… y sentía que sabía muchas cosas. “Pobres mujeres, las que ignoran todo esto…” pensaba. Y juzgaba a aquellas madres cuya elección no era la misma que la mía. Ser madre “consciente” me hacía sentir un escalón más arriba de las demás. “Ayudaba a otras”, sí. Pero sin el compromiso de hoy.

Mi segunda hija llegó al mundo dándome una lección de humildad. A pesar de todo lo que sabía o más bien creía saber, no tuve el parto que quise. Peleé por “mis derechos” y se “respetaron” algunas de mis peticiones. Pero no fue el parto soñado.

Me sequé las lágrimas como pude y me uní a otras que luchaban.

Hemos avanzado. Pero aún falta tanto…. He seguido este camino porque quiero creer que algún día será posible el cambio. Y que parir en condiciones dignas y respetuosas no será cuestión de suerte.

Creo que los pasos dados por las mujeres en España (y en el mundo), son pasos lentos pero seguros. No hay vuelta atrás. Estamos haciendo historia. Cada mujer que se cuestiona cómo, cuándo y con quién quiere parir, es un paso en el camino. Camino sin retorno hacia mejores nacimientos y mejores partos…

A veces la gente me pregunta por qué me dedico a esto. Es difícil decirlo sin emocionarme. Estoy aquí porque tengo fe.



Este año la Semana Mundial por un parto Respetado lleva por lema: Donde quieras, como quieras y con quien quieras y se celebrará del 15 al 22 de mayo.

En todos los países del mundo, mujeres y profesionales alzan su voz para lograr partos más dignos y nacimientos más humanos.

Más información: www.elpartoesnuestro.es

jueves, 5 de mayo de 2011

No mentirás

Hace dos días que Piojilla ha sido operada de una hernia inguinal. He pasado momentos de angustia y miedo. Pero hoy quiero contar cómo ha ido y la sorpresa que ha sido para todos.

Quien conozca a Piojilla, sabrá que tiene una forma de ser muy original. Es reservada en algunas cosas, pero un pico de loro para otras. Fue una bebé de altísima demanda: de no dormir (o dormir poco), de llorar mucho, de necesitarme (y subrayo ME, porque sólo yo podía cubrir esa necesidad...) y de ejercitarnos la paciencia a diario.

Los "dos años" duraron hasta los 4 y medio. Fue una etapa muy muy intensa y dura. Aún hoy tenemos algún episodio de estos, pero prácticamente puedo decir que ya lo hemos superado. (Esto lo digo con el ánimo de dar esperanza a las mamás que tienen hijitos parecidos).

Sin embargo, y pesar de ser una crianza mucho más difícil que la de la Pioja mayor, tuve muy claro desde el principio como quería criar a Piojilla. Y ha sí ha sido.

Una de mis premisas básicas ha sido siempre decirle la verdad. Explicando con palabras que ella pudiera entender, pero sin ocultar nada.
Por eso, cuando han tenido que hacerle una analítica, le dije exactamente lo que pasaría y lo que sentiría; le han debido hacer dos o tres en su vida. No ha llorado jamás ni tiene miedo a las agujas.
Esta situación era diferente. Una operación, con anestesia general. Me entró el pánico. No por la operación en sí, sino por todo lo que conllevaba. El pre-operatorio, la anestesia, el post-operatorio.... la recuperación.
¿Cómo contárselo? 
Tenía muy claro que no le mentiría. Recuerdo que cuando era pequeña y tenían que ponerme una inyección, mis padres -médicos los dos- me decían con la mejor de sus intenciones que "no duele". Cuando me la ponían, me dolía y yo sentía dos cosas: Una, que los médicos hacen daño y otra, que mis padres me habían engañado. Aún ahora para ponerme una inyección han de sujetarme tres personas...

Por eso no quise que Piojilla se quedara con esa sensación y Papá Conejo y yo resolvimos que le contaríamos todo. Fuimos contándole cada cosa a su tiempo: las analíticas, las pruebas de anestesia, cómo sería la intervención.
El día previo a la operación yo estaba hecha un atado de nervios y dos amigas queridas me consolaron, pero aún así tenía miedo. No dormí pensando en ello pero nunca mostré mis temores a Piojilla, siguiendo los consejos de estas buenas amigas.

Cuando nos levantamos muy temprano por la mañana, me sorprendió lo tranquila que estaba. Eligió ponerse un tutú rosa y zapatillas de lentejuelas para la ocasión.

Llegamos al hospital y nos dieron una pequeña habitación en la que "nos prepararon". Batita rosa con manzanas dibujadas, pulsera con su nombre y apellido y unos cuentos para leer.
Debo decir que la atención del hospital (Niño Jesús) fue impecable. Los médicos muy cariñosos con niños y padres. Nos dejaron estar juntos en todo momento y nos sentimos cómodos y bien atendidos.

Cuando llegó la hora, nos llevaron hacia "el sitio". Sin que yo lo pidiera nos dejaron estar con ella hasta el momento mismo de la operación, en una salita al lado de quirófanos. Allí estábamos otras mamás con los respectivos hijitos.
Alguno lloraba. Piojilla no. Escuché como una mamá le decía a su hijita: No te harán nada, te darán juguetes...  Me preguntaba a mí misma, sino estaba siendo demasiado "alternativa" y debería suavizarlo todo... contarle alguna mentirijilla.

Como si oyera mis pensamientos, Piojilla preguntó qué le harían y tuve que explicarle como sería todo. No la cirugía, sino lo que sentiría, y lo que pasaría después. Parecía entenderlo todo y se mostró tranquila.
Cuando se la llevaron me dijo adiós con la mano y una sonrisa... mi corazón se quedó allí.
Al cabo de unos 35 minutos nos llamaron para decirnos que todo había salido bien y que Piojilla estaba despertando. Nos la trajeron a la misma habitación en la que estábamos antes y venía despierta. Me vió y me dijo: mamá, no he llorado. (días antes le había dicho yo que no pasaba nada si lloraba, porque las pupas duelen).

No lloró. No se ha quejado desde entonces; su única protesta fue porque quería irse a casa inmediatamente. 
Le he preguntado si le duele y me ha dicho que "un poco". Yo recuerdo mi operación de apendicitis como el peor recuerdo de mi vida... y un dolor que me tuvo inválida durante dos semanas.

Estamos en casa y ella está contenta. Camina, se levanta, tiene buena cara.
Nadie podría decir que acaba de ser intervenida.

Me ha sorprendido su forma de llevarlo, lo bien que está. Parece una persona mayor; atenta a todo. Haciendo lo que se le dice; hablando como si tuviera más años...  hablando de su "pupa" y de como fue, como si fuese una anédocta. Nos ha dado a todos una lección.

Tal vez algún día le diga que pasé mucho miedo. Pero mi impresión es que lo mejor que hemos podido hacer es no mentir. Así ha aprendido dos cosas: Los médicos curan, los papás no mienten.

Gracias a todos por vuestros ánimos y compañía durante estos días.


CLAU707

domingo, 1 de mayo de 2011

Ideas brillantes

Con absoluto estupor y asombro, leo las declaraciones del Ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, que ha tenido una brillante idea:

"Si tuviera que elegir una sola medida por encima de todas las demás para estimular la igualdad y, al mismo tiempo, la eficiencia de una economía, la capacidad, la producción y la riqueza a medio y largo plazo, esa sería que todos los chicos pudieran estar escolarizados inmediatamente después de su nacimiento"

Está como aquel mal chiste que decía que para acabar con la pobreza habría que liquidar a todos los pobres. Podría habérsele ocurrido también, a fin de que los "más productivos" tengamos puestos de trabajo y produzcamos más y/o mejor, encerrar en residencias a todas las personas mayores de 50 años, a los que presenten algún achaque, produzcan menos que sus colegas de 25 o falten más de dos veces al trabajo.

Me quedo perpleja ante tamaña barrabasada, y no puedo dejar de temer por aquellos que vendrán; los niños de hoy y padres del futuro, que tendrán que lidiar con esta suerte de conciliación.

Pero entonces, leo los "estados de facebook" de mi hija de 15 años y suspiro tranquila... hay esperanza.

Ay... No se puede cambiar el mundo, desde abajo, cuando arriba la gente con poder no tiene cerebro... Tengo quince años y unas manos impotentes ante tantas injusticias... No puedo hacer más que avergonzarme del gobierno que tenemos, y resignarme a dejar mi futuro en manos suyas.
Valeriano, dimisión.

y luego:

Qué va a ser lo próximo? Nacer con un puesto de trabajo ya asignado? Padres, PROTESTAD! Huelga de niños durante una semana! ¿En qué lugar romoto del mundo habrán quedado nuestros derechos? Que mala suerte ha tenido la sociedad de hacer tantas tonterías en la generación de una rebelde como yo. Lucharé.

Ésta es la hija que he parido. No tengo nada más que agregar.

Ausente, pero no.

  No entro mucho por aquí aunque lo estético sea estar presente en redes. Y lo que sucede en realidad es que los días pasan rapidísimo y no ...