domingo, 19 de octubre de 2008

Mi Papá…




En la foto:
mi papá, hace 31 años, y yo,
criada con apego.




¡No he podido articular palabra y tenía tantas cosas que decir! Había preparado un discursito para la ocasión y se me ha quedado atragantado porque de repente todo me ha parecido poco.

Solo he atinado a abrazarte y decirte lo mucho que te quiero y te he visto emocionado, con la lágrima en el rabito del ojo; siempre ahí, comprometido, humano... padre.

Aún ahora, me cuesta escribir sin que se me escapen las lágrimas porque pensar en ti me hace recordar, irremediablemente, estos 32 años con el honor de ser tu hija. Recuerdo el olor de los almendros cuando me llevabas con la bici, la placita de Chueca y nuestro Renault, tu vuelta a casa después del trabajo y mis gritos de alegría: ¿Qué me has traído papaaá??? Recuerdo los regalos de las Navidades, cuando siempre atinabas a comprar lo que yo anhelaba, los deberes sentadita a tu lado, mis primeras fiestas y tu cara seria cuando me recogías de la disco. Recuerdo tu fortaleza en horas difíciles, acompañarme orgulloso en la graduación del cole, tu mirada y tu apoyo cuando te anuncié que serías abuelo… tu cariño inmenso a ese pedazo de mi ser, el aplauso sincero cada vez que yo hacía algo bien.

Vuelvo atrás y te escucho contando las historias de tu pueblo, tocando la guitarra y animándome a cantar; tomando una canela fría y el “caballo viejo” sonando de fondo; tus días de catedrático en la universidad y tus salidas de noche para atender partos y ayudar a llegar al mundo a niños que nacían en Noche Buena.

Con más de medio siglo decidiste que te ibas a donde fueran tus hijos. A empezar de nuevo, dejando amigos, casa y familiares; sin que importe nada, porque tienes claro que en la vida no hay nada más importante que estar juntos y tener salud. Gracias por esa lección de coraje. Yo no sé si sería tan valiente…

Ahora soy una mujer, ya no tenemos tantas cosas en común, o quizá tenemos muchas – como dice mamá – y por eso a veces ni tu ni yo damos nuestro brazo a torcer. Tengo tu terquedad y tu perseverancia; quisiera tener tu sabiduría y tu valor de decir lo que piensas sin miedos. Te veo joven y guapo, porque pasar la barrera de los 60 es la plena juventud. Tengo la dicha de tenerte así, sin que te pasen los años. Pero pasan.

Papito, no te lo digo cada día y debería. Te adoro. Ruego porque Dios te dé vida y salud para tenerte con nosotros muchos años. Eres un hombre ejemplar, un padre como ninguno. Tu espíritu, tu honestidad y tu entereza han sido siempre el modelo a seguir en mi vida. Gracias por criarme con los pies sobre la tierra, pero sobre todo gracias por ser mi papá.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonito Clau, me he emocionado, ojalá yo también pudiera sentir algo así, pero tengo la suerte de identificar tus palabras con el padre de mis hijas, al menos ese amor incondicional, el que conozco tan de cerca como madre.
Un beso enorme y muchas felicidades, que sigáis sacando fotos como esta muchos años más.

Claudia dijo...

Gracias Sol! Le haré llegar tu saludo a mi papá también. besos

Anónimo dijo...

Qué bonito Clau! Te digo que se me han aguado los ojos al leerlo.
Ojalá pueda ser algún día tan buen padre como el tuyo (ya sabes, con mis ocho muchachos, je, je).
Un beso amiga, te quiero mucho.

Claudia dijo...

Mike! Qué lindo saber que me lees!!
¿Ocho muchachos? ¡pensaba que eran siete!
Besos.
Clau

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