Pioja acaba de embarcar el avión sola. Vuela rumbo a Alemania por vacaciones, a visitar a Piojen y su familia. Es un viaje corto que hemos planificado con ilusión todo el año y que hasta última hora nos ha tenido ocupadas:, guardando lo que llevará, sacando lo que no llevará, pesando la maleta una y otra vez... No es su primera vez lejos de casa, pero es la primera vez que se va así, en un viaje que ella ha planeado "como mayor".
Tal vez parezca una tontería, pero estoy un poco rara. Siento muchas cosas... una mezcla de nervios y alegría; como cuando la dejé por primera vez en el colegio, como el día en que nació y le cortaron el cordón. Cada día da un paso hacia la madurez, hacia el ser adulto que será en unos años. Y hoy ha volado... pero no sólo hacia otro país, sino también lejos de mis brazos.
En el camino del aeropuerto a casa pregunté a Papá Conejo:
- ¿No tienes miedo?
- ¿Miedo a qué? me respondió.
- No sé, a que haga alguna tontería de adolescente estando lejos.
- No. Para nada. Pioja es una niña muy centrada...
Y es verdad. No es sólo la visión que tiene su padre. Con casi 15 años, Pioja es una niña tranquila, cariñosa, con las cosas muy claras. Contestataria como todo adolescente, pero buena en todos los sentidos. Para ciertas cosas, todavía es una niña pequeña que busca refugio y luego en otras me sorprende defendiendo sus ideas a rabiar, analizando lo injusto, opinando de "cómo va el mundo".
Los años pasan muy rápido. No da tiempo a darles todas las armas, a darles todos los consejos, a salvarles de todos los peligros; a ponerse delante de las balas que, en algún momento de su vida, tendrán que esquivar. El tiempo pasa sin pena y nos deja huellas y canas... Ver a los niños crecer es la forma que tiene la vida de hacerte ver que no hay tiempo. Que se te escapan de las manos, que crecen y vuelan con sus propias alas.
No da tiempo. Y así, de repente, como si no hubiera pasado más de un segundo desde que atravesó mi cuerpo para tener su propia vida, hoy le he visto cruzar el control de seguridad antes del embarque. Con su bolsito negro y su pasaporte en la mano; más alta que yo, hermosa y feliz. No me ha dado tiempo a cursilerías de madre antes de verla desaparecer entre la multitud. Sonriendo, nos ha mirado por última vez y nos ha dicho ¡¡adiós!!
3 comentarios:
¡Qué bonito Pioja Madre! Tu hija lo va a pasar genial. No hay nada como "experimentar" el mundo. Estos viajes nos hacen fuertes, nos enseñan cosas nuevas, nos reafirman en nuestras ideas, nos hacen valorar a nuestra familia. Pronto la tendrás de nuevo en tus brazos.
Mamá piojo, me has puesto los pelos de punta con tu entrada!!!
No me imagino que se tiene que sentir al verlos ya tan mayores y capaces, debe ser una sensación extraña..
Que disfrute al maximo su viaje y dentro de nada la tendras de nuevo e casa!
Gracias! Realmente ha sido una experiencia enriquecedora en todos los sentidos. Ha vuelto feliz y contenta y con ganas de repetir. :-)
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