miércoles, 20 de agosto de 2014

Como si fuera ayer

Nunca como ahora he sido más consciente de lo rápido que pasa el tiempo. De lo pronto que un hijo deja de ser pequeño, de lo poco que dura la infancia. 
Quizá por eso vivo la crianza de este último piojillo de manera diferente. Bromeo con mis amigas y les digo que es como si fuera un nieto. No por la edad (aunque biológicamente podría ser abuela, no soy tan mayor) sino por la sensación de llevar todo sin preocupaciones. Disfrutando cada pequeño gesto, cada pequeña mirada, cada besito, cada palabra. 
Seguramente no disfruté de ver crecer a mis hijas de la misma manera... lo digo con pena. Renegué con los "experimentos" que me dejaban la mesa sucia, me enfadé por la leche derramada por las manos de bebés autónomas. No me percaté de sus logros con tanto detalle y soñé tanto con cómo serían cuando se hiciesen mayores que no fui capaz de ver que el tiempo se escapaba entre mis dedos. 

Mi hija mayor cumple hoy 19 años. Recuerdo como si fuera ayer su olor a recién nacida, su vocecita dulce, sus manitas pequeñas entre las mías. Puedo recorrer con mi memoria cada cumpleaños, cada momento que me hizo reír y que me hizo llorar. Recuerdo perfectamente la última vez que quise llevarla a la cabalgata de reyes y darme cuenta de golpe y porrazo que ella ya estaba en otra cosa. Recuerdo el día de su primera regla y lo mal que me sentó... como si fuese una señal de que mi niña había dejado de serlo... y es que yo no estaba preparada para eso.

No sé que día dejó de creer en el Ratón Pérez, ni el día exacto en el que fue sola al colegio. Pero recuerdo a sus "amores" y las pequeñas peleas con sus amigas. Me doy cuenta de que los días han ido pasando y no he tomado nota de todas sus primeras veces; son momentos que no volverán jamás. 

La mujer que duerme al lado de mi habitación, hace mucho que dejó de ser mi bebé. Hace mucho que toma sus propias decisiones para lo que considera mejor para su vida. Y no he tenido tiempo de acostumbrarme a ello. Ha sido todo tan rápido y a la vez tan sutil... que ahora que caigo, ya no hay nada que pueda hacer. 

No queda mucho para ese día en el que decida también volar del nido. Y no puedo evitar sentir dolor, ese dolor egoísta que quisiera retenerla para siempre a mi lado... pero sé que es así como tiene que ser. Y que cuando nace un hijo, es solo un préstamo. Una oportunidad maravillosa de ver con tus propios ojos el milagro de la vida. No dejo de decirle a las madres primerizas que hagan muchas fotos, porque aquel bebé durará solo unos meses... y aquel niño no lo será para siempre. Y nunca hay suficientes besos, suficientes abrazos. Que no teman dormir con ellos y cogerlos en brazos, porque un día, de manera definitiva y sin ningún tipo de anestesia, nuestros hijos se irán. 

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Feliz cumpleaños pequeña Valú. Disfruta plenamente de la vida. Sal, ríe, viaja, ama. 
Te amo con todo mi corazón. 
Mamá




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