jueves, 10 de septiembre de 2009

La vuelta al cole

Acabo de dejar a la pequeña piojilla en el cole. Su primer día de clases y la primera en volver al "mundo real". Miento; el pobre Papá Conejo fue el primero en volver al trabajo, pero de momento no se ha quejado. Sólo una noche antes mencionó que le daba pereza.

La Pioji ha ido un poco zombie. Normal... durante las vacaciones nos hemos olvidado de las horas, comiendo cuando podíamos, durmiendo tardísimo, paseando cuando los demás vuelven a casa... viviendo en el mundo al revés en el dulce caos del que no tiene nada que hacer.

Esta semana - y tal vez la anterior también - ha estado muy ñoñita y mimosa. Llorando sin lágrimas y volviendo a ser bebé. Por un lado, con celos de su primo recién nacido y por otro, celos de su hermana que en este último mes ha requerido también toda nuestra atención.

Pero anoche, antes de dormir, era la misma niña risueña de siempre y tuvimos un buen rato de paz. ¡¡Qué bien!! En la víspera del primer día nos hemos relajado todos.

Y ahora acabo de entrar a casa y hay demasiado silencio. La mayor duerme todavía (ella comienza el 16); sólo se oye mi teclado y un poco del ruido de la calle. Definitivamente los hijos dan vida a la casa. Estamos en septiembre... y es raro que sea ahora cuando comienza el año.

Se hace duro, no sólo por la vuelta a la rutina, sino también porque "la cuesta de la vuelta a clases", cada año es más empinada. Hay que comprar de todo; lo que más me duele -y me indigna, vaya negociado editorial- son los libros: los del año pasado no le valen a nadie. Mi Pioja mayor los deja prácticamente nuevos, pero como están con los ejercicios resueltos, las actividades hechas y las páginas de arrancar, arrancadas... pues ya no se pueden volver a usar. ¿Qué hago con ellos? La pequeña usa otros materiales, todo reciclable y hecho por ellos mismos; comparten colores, crayones y demás. Hay menos problema.
(foto del blog de Anny)

Con ropitas y uniformes sufro menos. No es que sea una rácana, pero me gusta pillar ofertas, ver mercadillos, outlets, reciclar cosas. La piojilla va siempre cómoda y gasto muy poco en sus cosas. Con la mayor tampoco tengo mayor gasto. El uniforme se compra en su cole y lo venden 2 veces más barato que en los grandes almacenes. Lo demás lo compramos según la necesidad durante el año. La Pioja no suele tener gustos ultra caros. En lo que más gasto para ambas -sin escatimar, además- es en zapatos.

Y bueno...vuelvo al primer día de la chiquitina: Se ha quedado tranquila y contenta; reconociendo a los amiguitos del año anterior y mirando los juguetes que hay en su nueva clase. He visto algún niño nuevo. Noto que alguno ya no está (la famosa crisis y sus tentáculos).

Con todo el cariño del mundo le ha recibido Isabel, su nueva profe y a quien ya conocía de los momentos de recreo, dándole la bienvenida con un montón de besos. ¡Cómo has crecido! le ha dicho.

Hoy la recojo temprano por ser el primer día. Desde el lunes vuelve al horario completo porque yo también vuelvo a trabajar... ayyyy con lo que me apetece quedarme en casita...

Tengo un poco de frío; eso me recuerda que el otoño está a la vuelta de la esquina. Se acaban las vacaciones y todo vuelve al ritmo normal.
.
.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Volvemos de las vacaciones

¡Acabamos de volver! Todavía me quedan cien lavadoras para poner en marcha y limpiar de cabo a rabo nuestra casita porque da la impresión de que nos hemos ido hace cinco años. Pero nadie nos quita lo bailado. Este año hemos estado en Mallorca, lejos del ruido, en una calita protegida, visitando todos los pueblos que hemos podido, probando playa tras playa (me quedo con Es trenc y Porto Cristo), haciendo barbacoas, jugando ajedrez, construyendo castillos en la arena, escapando de bichos perseguidores, durmiendo tarde...


Tengo que decir que aunque nos ha servido para desconectar, también ha sido agotador. Viajar con dos niñas de edades tan dispares me ha vuelto un poco loca. Ha sido casi como viajar con trillizos. Mi adolescente, en lo suyo... (ayyy qué dificil! tan pronto es Dulcinea, como que en cinco minutos se transforma en Ms. Hide) y la piojilla, dueña ya de su propia voluntad, sólo quería ir a la playa y regar las plantas del jardín. La primera noche, bien. Pero la segunda nos dijo muy seria que se quería volver a Madrid "ahora mismo"... nos costó mucho hacerle entender que no era posible. Lágrimas a raudal.

Fuera de las pequeñas trifulcas de poder (una sola TV puede ser causa de guerra mundial) y rabietillas alternas de una y otra, la hemos pasado genial.

Para Papá Conejo y para mí, han sido días de hablar mucho (discutir otro tanto), empaquetar y desempaquetar cada día toallas, bañadores, "mata soles" (como le dice la piojilla al protector solar), comida, hormigas, arena y conchas marinas de todo tamaño. Me he hecho experta leyendo mapas y sacando fotos "al vuelo". Entre otras visitas, estuvimos en Soller, Valdemossa, Campos, Ses Salines, Cala Pi, Palma, El Arenal... y pasamos por otros muchos pueblitos aledaños y playas. Teníamos unas ganas locas de llegar a Alcudia, pero no pudo ser.

Mi mejor recuerdo: En Manacor "robamos" unos cuantos higos a una higuera del camino; sabían a gloria. En Cala Pi y Ses Salines, vimos todos los atardeceres posibles y contamos estrellas. Pasamos los días entre no hacer nada y haciéndolo todo. Dando largos paseos y también cortitos, hablando como loros y también disfrutando del silencio.

El último día, ya haciendo las maletas para volver, la Piojilla - la misma que el segundo día aseguraba querer irse, pero ya!-preguntaba que por qué en vez de irnos, no nos quedábamos a vivir allí, que esa podría ser nuestra casa... y no se creyó que volvíamos a Madrid, hasta que salimos del metro y se encontró en nuestras callecitas de siempre. Habíamos llegado. Ya estábamos en casa.

Ausente, pero no.

  No entro mucho por aquí aunque lo estético sea estar presente en redes. Y lo que sucede en realidad es que los días pasan rapidísimo y no ...