¡Acabamos de volver! Todavía me quedan cien lavadoras para poner en marcha y limpiar de cabo a rabo nuestra casita porque da la impresión de que nos hemos ido hace cinco años. Pero nadie nos quita lo bailado. Este año hemos estado en Mallorca, lejos del ruido, en una calita protegida, visitando todos los pueblos que hemos podido, probando playa tras playa (me quedo con Es trenc y Porto Cristo), haciendo barbacoas, jugando ajedrez, construyendo castillos en la arena, escapando de bichos perseguidores, durmiendo tarde...
Tengo que decir que aunque nos ha servido para desconectar, también ha sido agotador. Viajar con dos niñas de edades tan dispares me ha vuelto un poco loca. Ha sido casi como viajar con trillizos. Mi adolescente, en lo suyo... (ayyy qué dificil! tan pronto es Dulcinea, como que en cinco minutos se transforma en Ms. Hide) y la piojilla, dueña ya de su propia voluntad, sólo quería ir a la playa y regar las plantas del jardín. La primera noche, bien. Pero la segunda nos dijo muy seria que se quería volver a Madrid "ahora mismo"... nos costó mucho hacerle entender que no era posible. Lágrimas a raudal.
Fuera de las pequeñas trifulcas de poder (una sola TV puede ser causa de guerra mundial) y rabietillas alternas de una y otra, la hemos pasado genial.
Para Papá Conejo y para mí, han sido días de hablar mucho (discutir otro tanto), empaquetar y desempaquetar cada día toallas, bañadores, "mata soles" (como le dice la piojilla al protector solar), comida, hormigas, arena y conchas marinas de todo tamaño. Me he hecho experta leyendo mapas y sacando fotos "al vuelo". Entre otras visitas, estuvimos en Soller, Valdemossa, Campos, Ses Salines, Cala Pi, Palma, El Arenal... y pasamos por otros muchos pueblitos aledaños y playas. Teníamos unas ganas locas de llegar a Alcudia, pero no pudo ser.
Mi mejor recuerdo: En Manacor "robamos" unos cuantos higos a una higuera del camino; sabían a gloria. En Cala Pi y Ses Salines, vimos todos los atardeceres posibles y contamos estrellas. Pasamos los días entre no hacer nada y haciéndolo todo. Dando largos paseos y también cortitos, hablando como loros y también disfrutando del silencio.
El último día, ya haciendo las maletas para volver, la Piojilla - la misma que el segundo día aseguraba querer irse, pero ya!-preguntaba que por qué en vez de irnos, no nos quedábamos a vivir allí, que esa podría ser nuestra casa... y no se creyó que volvíamos a Madrid, hasta que salimos del metro y se encontró en nuestras callecitas de siempre. Habíamos llegado. Ya estábamos en casa.
2 comentarios:
Entiendo lo que dices de las edades diferentes de tus hijas. Yo tengo cuatro entre los 12 y los tres años y a veces creo que tener cuatrillizos sería más fácil, porque todos estarían en el mismo nivel, pedirían las mismas cosas y los manejaría mas o menos de la misma manera. O al menos podrían ver juntos el mismo programa en la tv. Pero son bellos, a a veces lo peques nos recuedan como fueron los más grandes a su edad y esa nostalgia es taan dulce!
Bienvenida a casa.
Me alegro que hayas disfrutado de ésa vacaciones con tu familia.
Ainsssss Mallorca que de recuerdos.
Ya sabes,ahora a ponerte al día.Que se te ha echado mucho de menos por aquí.
Un beso de Ali y Francis
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