jueves, 20 de noviembre de 2008

Día internacional del niño

Mientras yo escribo esto, en otras latitudes miles de niños y niñas pasan hambre, frío y están expuestos a la violencia de la guerra, del abandono, del desamparo.


Miles de niños, ahora mismo, son parte importante de grandes multinacionales bajo el trabajo esclavo de la maquila. El engranaje imprescindible de la gran cadena de consumo en la que se invierten cuatro duros y se ganan millones.
Otros tantos son entrenados para matar cuando todavía no se han hecho hombres o mujeres; niños con armas, que matan sin saber bien por qué.

Y otros más, sin importar el sitio en el mundo, que son abusados sexualmente siendo pequeños… aguantando durante años el poder del adulto que le utiliza para satisfacer sus bajas necesidades.
Hoy se celebra el Día Internacional del Niño, conmemorando el aniversario de la Declaración de los Derechos del Niño (que data de 1959), y desde la que poco o nada hemos avanzado hasta ahora. Seguimos aceptando en silencio el dolor de todos estos niños anónimos, sintiéndolos ajenos y lejanos. Tapando el sol con un dedo.

Demás está decir que nuestros hijos son privilegiados. Que para empezar, nos tienen; que ya es mucho. Que tienen acceso a la educación y a la salud de manera automática, que nos les falta un techo ni la comida diaria. Nuestros hijos son niños que tardarán mucho en comprender el significado de la palabra injusticia, porque es difícil darle sentido a algo que no viven. Asistirán al colegio con cierto hastío porque para ellos no es un privilegio aprender, sino una obligación. Podrán elegir el color de su ropa y el juguete más bonito…

Hoy, Día Internacional de la Infancia, me siento triste por todo aquello que no hago, por nuestras preocupaciones simplistas y nuestros problemas de risa. Me siento culpable por sentirme “pobre” en aquellas vacaciones que no tuve y por aquel capricho que no compré. Me siento mal por pensar que no puedo cambiar las cosas y que me cueste tanto hacerlo…
Miro a mis hijas jugar, darse besos y reír, ajenas a mis pensamientos y agacho la cabeza. Quiero criarlas con conciencia; con la certeza de que el prójimo existe y de que es un niño, como ellas. Quiero que crezcan sin hacer diferencias; que sepan que, en el país del que yo vengo, los niños hacen los deberes con pedacitos de lápiz y la luz de una vela. Que caminan durante kilómetros para ir al cole y se forran de periódicos para no tener frío…

En ocasiones como ésta la maternidad duele. Me duelen mis hijos, aquellas dos que nacieron y los que no vieron la luz; los de esas miles de madres que han perdido los suyos, que los tienen sufriendo hambruna y miseria, explotación y olvido. Quisiera poder arroparlos a todos y darles mi corazón… y no puedo. Lloro.
:-(
Foto. BBC
Pegar es otra forma de desprotegerles. Aquí os dejo un vídeo-campaña contra el castigo físico.

1 comentario:

Unknown dijo...

me uno a ti¡¡¡¡

yo tambien te leo...me gusta tu blog¡¡¡¡

Ausente, pero no.

  No entro mucho por aquí aunque lo estético sea estar presente en redes. Y lo que sucede en realidad es que los días pasan rapidísimo y no ...