Estos días han sido frenéticos. Hace poco vimos un piso que estaban reformando. Nos gustó mucho y no estaba mal de precio así que decidimos volver a cambiar de maceta. Nos habían dicho que nos lo entregaban el 1 de diciembre pero hasta el 10 no había miras. Papá Conejo se iba de viaje el 13, así que tuvimos que empaquetar todo en un plis y en una verdadera operación hormiga, tener todo listo y meterlo en un piso a medio hacer.
Ahora mismo tengo cajas, cajitas y cajones sembrados en el pasillo y el mayor desorden que uno pueda imaginar. Por no encontrar, todavía no me he encontrado ni a mi misma; hay olor a pintura fresca, estamos sin gas y sin puertas en los armarios de la cocina. Un caos.
Como siempre, Papá Conejo no desesperó. Él en persona trasladó prácticamente todo y con la ayuda de mi papá montaron todo lo que podía montarse. Contra reloj y agotados, veíamos que no acabábamos nunca y que ni siquiera teníamos hecha su maleta, no habíamos comprado ningún regalito para llevar... no habíamos tenido tiempo de mimarnos ante la ausencia inminente.
No sé cómo, pero finalmente lo logramos y ya estamos en la casita nueva. Sofía al principio pedía irse a casa, pero en los últimos tres días ya ha hecho suya ésta y ha sembrado sus juguetes por todos los rincones que ha podido. Más que una casa, poco a poco va impregnándose de olor a hogar. Todavía no hemos montado el árbol de Navidad. Tengo que buscarlo.
Pero además de mudanza, hemos tenido dos hasta pronto. Por un lado, la pioja mayor que se fue de viaje a Andorra con su cole y que ha estado toda la semana fuera aprendiendo a esquiar. Por otro, Papá Conejo, que se fue a Bolivia para quedarse hasta mediados de enero.
Los preparativos del viaje de Valeria han sido de locos. Hemos metido en la maleta todo lo que habíamos comprado para el esquí y resulta que nos hemos dejado los gorros fuera. Me he dado cuenta ordenando las cosas de su habitación y encontrarme con los gorros escondidos. Pobre Vale… con la cabeza fría se le habrán ido las ideas.
Ahora mismo tengo cajas, cajitas y cajones sembrados en el pasillo y el mayor desorden que uno pueda imaginar. Por no encontrar, todavía no me he encontrado ni a mi misma; hay olor a pintura fresca, estamos sin gas y sin puertas en los armarios de la cocina. Un caos.
Como siempre, Papá Conejo no desesperó. Él en persona trasladó prácticamente todo y con la ayuda de mi papá montaron todo lo que podía montarse. Contra reloj y agotados, veíamos que no acabábamos nunca y que ni siquiera teníamos hecha su maleta, no habíamos comprado ningún regalito para llevar... no habíamos tenido tiempo de mimarnos ante la ausencia inminente.
No sé cómo, pero finalmente lo logramos y ya estamos en la casita nueva. Sofía al principio pedía irse a casa, pero en los últimos tres días ya ha hecho suya ésta y ha sembrado sus juguetes por todos los rincones que ha podido. Más que una casa, poco a poco va impregnándose de olor a hogar. Todavía no hemos montado el árbol de Navidad. Tengo que buscarlo.
Pero además de mudanza, hemos tenido dos hasta pronto. Por un lado, la pioja mayor que se fue de viaje a Andorra con su cole y que ha estado toda la semana fuera aprendiendo a esquiar. Por otro, Papá Conejo, que se fue a Bolivia para quedarse hasta mediados de enero.
Los preparativos del viaje de Valeria han sido de locos. Hemos metido en la maleta todo lo que habíamos comprado para el esquí y resulta que nos hemos dejado los gorros fuera. Me he dado cuenta ordenando las cosas de su habitación y encontrarme con los gorros escondidos. Pobre Vale… con la cabeza fría se le habrán ido las ideas.
He estado en contacto con ella toda la semana. Se la está pasando estupendamente y eso que se ha caído más en estos días que en toda su vida junta. Vuelve hoy por la noche y no puedo más de ganas de verla. No hay fotos porque también se olvidó llevar la cámara.
El viaje de Papá Conejo es un tema aparte. Un mes entero sin mi amor… estoy tan triste sin él, que con cualquier cosita lloro. Estaremos sin Hugo estas fiestas y se me hace eterno. Cuento los días para volver a verle como si tuviera quince años… es inevitable.
Hoy cumple 33 años y estamos tan lejos! Cómo quisiera abrazarle y cantarle el cumpleaños feliz!
Mi vida: pásatelo bien y disfruta mucho tu día. Te amamos.
2 comentarios:
Ya sabes dónde estamos para lo que sea menester ....
Besos y enhorabuena por esa mudanza y ánimos para sobrellevar los hasta pronto.
Besos, Mayte.
ánimo, muchacha....
una mudanza esterrible...y con Hugolejos por un mes, pues es dificillo, peor, venga....p´alante....
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