Han sido días de sol y brisa marina. No puedo decir que hemos "descansado mucho" porque han sido días frenéticos, de levantarse como soldados y cumplir el itinerario planificado. Y que, por supuesto, viajar con las niñas no es muy "descansado" que digamos (jijiji). Hay que pelear para que no remoloneen en la cama, para el desayuno, para seguir andando a pesar del cansancio y el hambre, para que no escapen como unas locas, etc., etc. Pero se la han pasado bomba.
En cambio, sí que hemos desconectado completamente de todo lo doméstico, del trabajo, de la rutina madrileña y el asfalto. (Al punto que el último día, la piojilla me dijo muy seria: Mamá, se te ha olvidado cocinar!!!)
Mallorca es hermoso. No habíamos estado nunca y me ha gustado mucho. Palma es una ciudad encantadora y con un cierto aire (¿será la melancolía?) a las casitas en Sucre. Me ha sorprendido mucho el hecho de que el segundo idioma no es el español o el inglés... sino el alemán. Primero se hablar mallorquín y luego alemán. La ciudad está llena de alemanes felices que seguramente no habrán tenido nunca un tiempo tan benigno en su tierra. Yo también quiero ser así de mayor.
La gente, amabilísima y las calles verdes y floridas. Nos hemos encontrado con una amiga de mis padres después de 30 años sin verse. Qué emoción! y cómo nos hablaba la señora como si nos conociera de toda la vida; tratando de encontrarnos parecidos a todas con las tías, primas y demás familia. Nos ha llenado de besos, ensaimadas y dulces mallorquines. No quedan ni las migas y tengo al menos 2 kilos más, traídos desde la isla.
Es que la comida es buenísima. Aunque el primer día comimos una paella "gringa" y nos quedamos con hambre, luego comimos calamares y pescado en Manacor y Puerto Cristo; sobrasadas, guisos marinos, naranjas y mermeladas en Sóller. Mmmmm, qué bueno estaba todo.
Estuvimos en las Cuevas de Drach que me encantaron. Hubo un concierto y terminamos la "expedición" subidas a pequeñas -e inestables, qué susto- barcas. Sofía pensaba que nos íbamos a quedar a vivir allí y nos decía: mejor no, que es muy oscuro.
El tiempo nos acompañó y tuvimos la oportunidad de disfrutar de las calas en Puerto Cristo y de la playita en Sóller. Allí de repente nos habló una chica que caminaba por allí y que nos contó que Sóller se llena de turistas en julio y agosto y que ella no iba nunca a ninguna parte porque su pueblo lo tenía todo. No puedo estar más de acuerdo.
Hemos vuelto con ganas de que la próxima vez nos acompañen los maridines y sean más días y más noches de paseos marítimos y comida deliciosa.
Y bueno, ya he puesto fecha: estaré de vuelta en Mallorca en junio, cuando se realice el Congreso de Fedalma 2009. Quiero llevar a toda la prole. Ojalá sea posible.
:-)
No hay comentarios:
Publicar un comentario