Hace unos días en el encuentro de octubre de Entre Mamás, tuvimos la oportunidad de contar con Pepa Horno, responsable de violencia contra la infancia de Save the Children.
Fue un debate intenso y participativo en el que los papás y mamás que allí se encontraban preguntaron, asintieron y en algún caso, rebatieron el discurso. No sólo hablamos de violencia y maltrato, sino también de apego, de relaciones con los abuelos, nuestras propias relaciones afectivas.
Resumo algunas de las conclusiones más importantes:
¿Por qué maltratamos? Esencialmente porque podemos. Maltratamos porque tenemos una relación en la que podemos ejercer algún tipo de poder y podemos aprovechar de ella. Maltratamos cuando queremos que una persona haga algo en nuestro beneficio y utilizamos el amor (el que nos tiene la víctima) como arma de sumisión. Podemos aprovechar del amor para lograr manipular a nuestra conveniencia; usar el chantaje emocional que es también otro tipo de violencia.
Cuando decimos a nuestros hijos: Pórtate bien y te daré una chuche... O, si no te portas bien no te la doy. Si me quieres, no harás eso. No me quieres, por eso lloras... Estamos siendo violentos, manipulando sus deseos, sus miedos, su amor por nosotros.
La violencia es global. Se utiliza las mismas formas de coacción en todas partes, sin importar las latitudes. Justificamos el maltrato porque nunca lo vemos desde el punto de vista del que lo sufre, sino desde el punto de vista del que lo ejerce. El cachete es el último recurso de quien se quedó sin argumentos; sirve de descarga personal, pero no enseña nada. No deja nada positivo y menoscaba la relación entre los padres y el hijo.
Que es importante para la madre/padre tener un espacio personal que le permita seguir creciendo y seguir desarrollando alguna actividad que le haga feliz, para no agobiarse con la crianza y terminar "superado": 24 horas de criar a un niño pueden ser muy cansadas. (Al respecto, apunto yo, también habla Jean Liedloff en el Concepto del Continuum). Y bueno, algo me gustó mucho -más viniendo de una experta en el tema como es ella- es que nos cuente que aunque todo esto lleva estudiándolo muchos años; dando talleres por todo el mundo y revisando teorías y datos... sólo cuando fue madre pudo trasladar lo aprendido a la vivencia diaria y todos los conocimientos cobraron una nueva dimensión. Que ser madre le había supuesto un paso adelante y la apertura hacia una visión diferente de la realidad.
Y desde aquí, mis propios comentarios sobre el tema:
Fue un debate intenso y participativo en el que los papás y mamás que allí se encontraban preguntaron, asintieron y en algún caso, rebatieron el discurso. No sólo hablamos de violencia y maltrato, sino también de apego, de relaciones con los abuelos, nuestras propias relaciones afectivas.
Resumo algunas de las conclusiones más importantes:
¿Por qué maltratamos? Esencialmente porque podemos. Maltratamos porque tenemos una relación en la que podemos ejercer algún tipo de poder y podemos aprovechar de ella. Maltratamos cuando queremos que una persona haga algo en nuestro beneficio y utilizamos el amor (el que nos tiene la víctima) como arma de sumisión. Podemos aprovechar del amor para lograr manipular a nuestra conveniencia; usar el chantaje emocional que es también otro tipo de violencia.
Cuando decimos a nuestros hijos: Pórtate bien y te daré una chuche... O, si no te portas bien no te la doy. Si me quieres, no harás eso. No me quieres, por eso lloras... Estamos siendo violentos, manipulando sus deseos, sus miedos, su amor por nosotros.
La violencia es global. Se utiliza las mismas formas de coacción en todas partes, sin importar las latitudes. Justificamos el maltrato porque nunca lo vemos desde el punto de vista del que lo sufre, sino desde el punto de vista del que lo ejerce. El cachete es el último recurso de quien se quedó sin argumentos; sirve de descarga personal, pero no enseña nada. No deja nada positivo y menoscaba la relación entre los padres y el hijo.
Que es importante para la madre/padre tener un espacio personal que le permita seguir creciendo y seguir desarrollando alguna actividad que le haga feliz, para no agobiarse con la crianza y terminar "superado": 24 horas de criar a un niño pueden ser muy cansadas. (Al respecto, apunto yo, también habla Jean Liedloff en el Concepto del Continuum). Y bueno, algo me gustó mucho -más viniendo de una experta en el tema como es ella- es que nos cuente que aunque todo esto lleva estudiándolo muchos años; dando talleres por todo el mundo y revisando teorías y datos... sólo cuando fue madre pudo trasladar lo aprendido a la vivencia diaria y todos los conocimientos cobraron una nueva dimensión. Que ser madre le había supuesto un paso adelante y la apertura hacia una visión diferente de la realidad.
Y desde aquí, mis propios comentarios sobre el tema:
Las palabras violencia, maltrato, no se refieren sólo al castigo físico. La humillación verbal es también dolorosa y con el agravante de que tarda más tiempo en curar. Deja cicatrices eternas, angustia, baja autoestima... decir a un niño "eres tonto", puede que no parezca tan grave como verdaderamente es: debería compararse al hacer un agujero en la pared, que aunque se rellene o se arregle, jamás queda igual: las marcas quedan.
E. Punset decía hace unos días en su blog que Hacen falta cinco cumplidos para resarcir un insulto algo que está científicamente comprobado, por lo visto. Si tratamos con esmero las relaciones de pareja, si se hacen terapias para buscar soluciones a los problemas de comunicación entre un hombre y una mujer... porqué con los hijos es diferente? ¿por qué siempre tenemos la razón?
¿Por qué si vemos en la calle un hombre/mujer, pegando a su pareja, somos capaces de llamar a la policía o entregar nuestro pecho (salen luego los héroes en la tele) para evitar el maltrato y luego no somos capaces de reaccionar si vemos un padre/madre pegando a su hijo? Por qué está socialmente aceptado el "cachete pedagógico" (qué horror de nombre) aunque la ley lo prohiba?
Pero voy aún más allá: ¿no son los castigos una forma de maltrato? ¿No es una forma de ejercer un poder vertical? ¿De aprovechar nuestra "autoridad" sobre el hijo? No es la autoridad moral - esa coherencia entre el hacer, el decir y el ser, como me enseñaban los curas en el cole - más importante que el autoritarismo ligado al miedo y no al respeto?
Esos límites que tanto nos aconsejan a las madres que "debemos imponer" y de los que se habla tanto, no serían mejor entendidos desde el buen ejemplo que ofrezcamos? desde la confianza mutua y no desde la imposición sin sentido?
¿Que deseamos verdaderamente para nuestros hijos? ¿Que obedezcan porque "lo digo yo" o que vayan creando conciencia desde pequeños entre lo bueno y lo malo?
El debate podría ser infinito... y personalmente, me queda un largo camino que recorrer, muchísimo para seguir aprendiendo... Con Piojilla, lo tengo clarísimo. Pero con Pioja, me cuesta. Me ocurre que la veo tan mayor que sobreestimo su capacidad de razonar y a veces, muchas más de las que quisiera, se me olvidan mis 14 años...
Os copio este link (recogido por Adivina cuánto te quiero) desde el que se pueden seguir extrayendo bases de análisis y comentarios sobre castigos y castiguitos: otra forma de violencia, lo querramos ver o no. Aletha Soler nos habla del "tiempo fuera"... un inocente castigo que se usa con mucha frecuencia en las escuelas:
E. Punset decía hace unos días en su blog que Hacen falta cinco cumplidos para resarcir un insulto algo que está científicamente comprobado, por lo visto. Si tratamos con esmero las relaciones de pareja, si se hacen terapias para buscar soluciones a los problemas de comunicación entre un hombre y una mujer... porqué con los hijos es diferente? ¿por qué siempre tenemos la razón?
¿Por qué si vemos en la calle un hombre/mujer, pegando a su pareja, somos capaces de llamar a la policía o entregar nuestro pecho (salen luego los héroes en la tele) para evitar el maltrato y luego no somos capaces de reaccionar si vemos un padre/madre pegando a su hijo? Por qué está socialmente aceptado el "cachete pedagógico" (qué horror de nombre) aunque la ley lo prohiba?
Pero voy aún más allá: ¿no son los castigos una forma de maltrato? ¿No es una forma de ejercer un poder vertical? ¿De aprovechar nuestra "autoridad" sobre el hijo? No es la autoridad moral - esa coherencia entre el hacer, el decir y el ser, como me enseñaban los curas en el cole - más importante que el autoritarismo ligado al miedo y no al respeto?
Esos límites que tanto nos aconsejan a las madres que "debemos imponer" y de los que se habla tanto, no serían mejor entendidos desde el buen ejemplo que ofrezcamos? desde la confianza mutua y no desde la imposición sin sentido?
¿Que deseamos verdaderamente para nuestros hijos? ¿Que obedezcan porque "lo digo yo" o que vayan creando conciencia desde pequeños entre lo bueno y lo malo?
El debate podría ser infinito... y personalmente, me queda un largo camino que recorrer, muchísimo para seguir aprendiendo... Con Piojilla, lo tengo clarísimo. Pero con Pioja, me cuesta. Me ocurre que la veo tan mayor que sobreestimo su capacidad de razonar y a veces, muchas más de las que quisiera, se me olvidan mis 14 años...
Os copio este link (recogido por Adivina cuánto te quiero) desde el que se pueden seguir extrayendo bases de análisis y comentarios sobre castigos y castiguitos: otra forma de violencia, lo querramos ver o no. Aletha Soler nos habla del "tiempo fuera"... un inocente castigo que se usa con mucha frecuencia en las escuelas:
foto: Anuncio de la Juvenile Protective Association en una campaña para generar conciencia sobre las profundas heridas psicológicas que deja el abuso verbal. (Fuente: Delyrarte.) (del blog de E. Punset)