Con esta nueva propuesta que permitirá a los padres disfrutar de un permiso de paternidad de 16 semanas (igual al tiempo que tenemos las madres) he bromeado en las redes y he muerto de indignación –todo a la vez- leyendo cosas de la red. Y no es que me oponga a que ellos tengan ese tiempo, es que el de las madres es insuficiente y llevamos años de años pidiendo que se alargue. Pidiendo que no se nos lapide en nuestros trabajos por ser madres. Que llevamos la letra escarlata.
No vemos que no es la maternidad el lastre. No son los hijos los que cercenan nuestra carrera profesional. Es el sistema y cómo está construido. Es una sociedad en la que los cuidados no valen nada. No se reconocen. Vamos a darles el mismo tiempo a ellos para que les discriminen también y no solo a nosotras. En serio?? Es de locos.
Pero en realidad estamos ciegos… Y seguramente a partir de la ley nos invadan hordas de padres implicados que ahora sois invisibles.
Porque lo cierto es que incluso sin la ley se puede ser un padrazo.
Se puede empezar, por ejemplo, apoyando y sosteniendo a la mujer que va a ser la madre de tu hijo. Pero no me refiero al gastado “estamos embarazados” o “vamos a parir en X sitio”, que además de escucharse fatal (no me imagino yo diciendo “vamos a hacernos la vasectomía… o vamos a hacernos un examen de próstata”. Sí, suena así de absurdo) es una forma muy sutil de apropiarse de un proceso íntima y estrictamente femenino. A que no dices ¿Vamos a comprarnos compresas?
Lo cierto es que cada vez escucho a más mujeres contar que no parieron en su casa, como ellas deseaban, porque su pareja no estaba de acuerdo. O de madres que, sin quererlo, se extraen la leche para que “su pareja participe” de la alimentación del bebé… los mismos que no se levantan por la noche si el bebé llora y pide teta.
Debo ser muy arcaica, pero todo esto me parece estrafalario. Para empezar porque no solo estamos invadiendo un territorio maternal, sino y especialmente un espacio del bebé que no volverá jamás. De esa vinculación primaria con su madre es que depende la vinculación que ese humano hará en el futuro con el mundo (incluyendo a su padre, si tiene). Esto es ciencia. Biología. Y es muy feminista, porque el superpower de la madre no lo tiene nadie más.
Volvamos a los padres de hoy. Padres que de repente sois protagonistas de partos y de nacimientos. Que casi lo contáis en primera persona. Ok. Cada pareja maneja la situación como desea… Debe ser moderno y yo muy vieja.
Tanta visibilidad me es incómoda. Porque pienso que un padrazo se hace notar en el día a día con los hechos, no en redes sociales.
Está al lado de la mujer embarazada, apoyando cada decisión. Silencioso y flexible. Ofreciendo seguridad y reposo. Construyendo un espacio cómodo y relajado.
Porque no es –solamente- acompañarle en cada cita médica. Pintar la cuna en la que dormirá el bebé. Es mucho más que presencia. Especialmente cuando el bebé ya ha nacido y el mundo parece cambiar de colores.
Cada vez que el bebé llora por la noche y la madre – a veces rota por un mal parto o simplemente agotada por el quehacer diario- es ayudada y mimada por ti. Y te despiertas a la vez, le pasas agua, una almohada… o simplemente compartes el tiempo que dura la toma, haciendo compañía y escuchando. Cuando no te urge recuperar tus noches de pareja y dedicas ese tiempo a amar de otras maneras; sin exigir, sin protestar.
Eres un padrazo cuando, después de terminado ese permiso paternal, llamas y preguntas. Aunque sea por mensaje de texto, como está el bebé, cómo está ELLA. Te preocupas porque no pase sola esas horas en las que no estás. De que esté cómoda. Y cuando llegas del trabajo, te arremangas y continuas la jornada doméstica en casa sin reproches… porque sabes que no hay jornada más dura que las 24 horas cuidando de un bebé recién nacido.
Eres un padrazo cuando te interesas por los juegos de tu bebé, y te preocupas al pensar que la baja de ella se termina y que tu bebé tendrá que pasar el día en otros brazos, seguramente mucho menos amorosos.
Y el tiempo sigue. Porque se nos olvida que nos quedan unos 20 años de hijo. Que no se acaba todo a los 3 años, ni cuando le toca ir al cole. Eres un padrazo cuando te coges excedencia, reduces tu jornada. En vez de que seamos siempre nosotras las que renunciemos a esa parte de nuestra vida para que tu criatura esté bien cuidada. Eres un padrazo cuando vas a las reuniones del cole y participas de los grupos de WhatsApp en los que se habla del disfraz que usarán los niños para el carnaval. Cuando vas a comprar el disfraz y sabes de qué talla.
Cuando sabes los nombres de sus amigos. Y quién le cae mejor o peor.
Eres un padrazo cuando te coges el día a cuenta de vacaciones cuando está enfermo. Cuando pones la lavadora con el uniforme de deporte de tu crío y sabes a qué temperatura va (y si no sabes, investigas…).
Eres un padrazo cuando tus hijos no ven diferencia alguna si eres tú o mamá la que hace labores domésticas. No les parece algo “de chicos” o “de chicas”. Es de personas que viven en una casa… y es así de natural. Cuando no hace falta pedírtelo porque te nace hacerlo.
Eres un padrazo cuando lees cuentos a tu pequeño antes de dormir, le pones el pijama, le acuestas y le das un beso de buenas noches. Y a tu hijo/hija le gusta que seas tú o mamá, porque lo hacéis igual.
Eres un padrazo cuando estás horas y horas con ese problema de mates que no sale y cuando buscas la información en Google porque no te acuerdas de lo que diste en tus años de secundaria.
Eres un padrazo cuando abrazas a tu criatura porque alguien le rompió el corazón. Cuando te levantas a las 2 de la mañana a recogerle de la fiesta porque prefieres ir tú a que tome un taxi. Cuando es tu criatura la que te llama sin dudar y sin miedo porque sabe que estarás dispuesto y listo para salir, sin importar la hora.
Eres un padrazo cuando tu peque no tiene miedo de contarte que en su grupo fuman, beben… y pide consejo. Que te cuenta que ha hecho el amor por primera vez.
Eres un padrazo cuando le ayudas en su primera mudanza. Y escoges junto a ese exbebé que un día fue, los muebles y el color de las cortinas.
Y así…esas cosas que hacemos las madres comunes y corrientes pero que a ti te convierten en padrazo. Eres un padrazo. ¿Lo eres? Cógete las 16 semanas, que seguro serás de mucha ayuda.