Estoy convencida de que nacemos dos veces. La primera, hacia los brazos de nuestras madres. La segunda, hacia los brazos de nuestros hijos. Nadie nos dice que nuestra vida nunca más será la misma y tampoco es posible adivinar cuán grande puede ser el amor ni el inmenso poder que tiene el instinto... Cuando somos madres, comenzamos a nacer... (C. Pariente)
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jueves, 26 de noviembre de 2009
Antes de la primera paliza
domingo, 22 de noviembre de 2009
20 años: Declaración de los derechos del niño
Hace unos días que Piojilla vio en la tele una noticia sobre el hambre del mundo. Se veían imágenes de niños hambrientos de otras latitudes, madres sin expresión, gente gris... como si todo fuera en blanco y negro. Me vio triste y me preguntó qué me pasaba. Entonces le expliqué, como pude y entienden sus 3 añitos, que existen otras realidades. Que hay mamás que lloran; que hay hijitos que no tienen qué comer y que mueren de frío y de pena.
Entonces, ella, en su inmenso corazón y su tierna inocencia me dijo:
Ya sé mamá: tengo una idea!! Les traemos a casa y les damos comidita y les prestamos nuestras mantas. Así no tendrán ni frío ni hambre. Les queremos a todos.
Y no tuve corazón para decirle que no era tan simple. Que no entraban todos en casa, que no eran suficientes nuestros brazos, que no había comida para todos... y de repente, pensé: todo esto son excusas. Porque tal vez, si cada uno hiciese algo, si estuviésemos dispuestos a renunciar a la mitad de nuestras "riquezas" para equilibrar la situación... entonces seguro que sería posible cambiar las cosas.
Y por eso, le sonreí y le dije: Sí hijita... es una gran idea.
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A 20 años de la declaración de los Derechos del Niño, sigue siendo eso: Una declaración de intenciones. Aquí va, para recordarla y no olvidar los niños que ayer fuimos.
(para quitar la música del blog, ir al final de la página y hacer click en el cuadrado negro)
domingo, 15 de noviembre de 2009
Llega el amor
Recuerdo el amor de la adolescencia con mucha ternura. Se ama intensamente. Y acaso, nunca más se siente esa ansiedad que retumba en el corazón al “verle desde lejos”, al esperar una llamada, darse el primer beso. Se ama con inocencia, se espera todo, se da todo...
Después del primer amor y especialmente, de las primeras lágrimas del desamor... cambian muchas cosas en nuestra forma de ver la vida. Nos hacemos un poco mayores; a veces, maduramos y todo.
El primer amor es doloroso. Especialmente porque no suele ser el último. Se sienten mariposas cuando es correspondido y cristales rotos cuando no lo es. Todas las canciones de amor están escritas para ti cuando se ama. Pero cuando todo acaba, parece que en la radio sólo ponen canciones tristes.
Hablo del primer amor; no del noviete de un día... del rollo de vacaciones. Hablo de la primera vez que los sentimientos se apoderan de la razón y los días se hacen cortos si está él y eternos, si no está.
Mi Pioja, ama.
Qué verbo tan difícil y tan sencillo a la vez. Veo todo desde un palco, intentado ser discreta y prudente. Sólo pregunto si veo el camino llano, y agradezco mucho que ella confía en mi y me lo cuenta (¿todo?).
La veo ilusionada y feliz. Me aterra. Me dan miedo miles de cosas; supongo que las típicas cosas que dan miedo a las mamás de adolescentes. No quiero ni decirlo en alto, por si acaso...
Escucho la música en la habitación de mi Pioja, ajena a lo que escribo. Ajena a mis pensamientos y a mis temores. Sonríe cuando pregunto; a veces soy su cómplice. A veces no… y sólo escucho risitas, murmullos.
Recuerdo mi primer amor, mi primer desengaño; las cartas eternas y las lágrimas sinceras. Era entonces una niña y me sentía una mujer. No tenía miedo de nada; creía que mi madre exageraba.
domingo, 8 de noviembre de 2009
Mujeres grandiosas
lunes, 2 de noviembre de 2009
halloween
Ausente, pero no.
No entro mucho por aquí aunque lo estético sea estar presente en redes. Y lo que sucede en realidad es que los días pasan rapidísimo y no ...