No sé si con el paso de los años me estoy volviendo ñoña... pero cada vez valoro más la rutina, la normalidad, el que nuestras vidas sean despertar, llevar niños al cole, al parque, a cumples, ver dibujos, plantar semillas, barrer hojas en el patio, hacer comidas y cenas, ir al mercado, reunirnos los findes, poner lavadoras, dormir agotados, cogernos de la mano, visitar a los abuelos, preparar la navidad y todas las fiestas...
Bendito privilegio que cada día sea igual, todos tan comunes y corrientes; que no tengamos sobresaltos, que nuestras discusiones sean porque se acabó la leche y nadie avisó, porque en vez de las 6 eran las 7 cuando llegó marido, que estemos sanos y que no nos demos ni cuenta hasta que nos resfriamos.
Que no tenga ganas de irme de puente porque quiero estar en casa (y eso que no salgo nunca de casa, que es lo que tiene trabajar en ella), despertar tarde, disfrutar de los macro desayunos que hace mi amor, sacar al perro, limpiar nuestro hogar, mirar una peli y comer palomitas. Esperar que mi hija mayor llegue a casa (sana y salva) y me cuente las cosas chulas de la universidad, tierra de sueños. Desear buenas noches a mis hijos pequeños, verles dormir, verles despertar, mirar sus manos negras de tierra y juego.
Y todo esto lo escribo con lágrimas porque antes no me daba cuenta de que la normalidad de lo cotidiano es lo que más se acerca a la felicidad. Que antes ambicionaba no sé muy bien el qué. Pero de repente esa sensación de "lo efímero de la vida" entró en la mía y ya no se me fue nunca.
Y cada vez que me enfado de algo absurdo me golpeo el pecho y pienso en lo boba que soy. Que debería ser más como el piojillo, que siempre tiene solución para todo. Conciliador y práctico que es él con la sabiduría de sus 4 años. Que me tengo que quejar menos... agradecer más. Reñir menos a mis hijos cuando hacen cosasdehijos.
Llevo unos años entendiendo que de eso va todo... luchando contra mi mal humor, tratando de escuchar más, de dar más amor... y qué difícil. Lo intento cada día porque sé que un día igual a otro es lo mejor que nos puede pasar y antes no tenía esa certeza. Que la vida hace pito pito gorgorito y el caos pasa por tu lado, casi rozándote pero sin darte. Simple casualidad. Mañana quien sabe.