He repasado en estos días el pequeño diario que le hice a la Pioja mayor cuando estaba todavía en mi tripa y siento que en realidad yo no he cambiado demasiado. Que los años han pasado -17 desde su nacimiento- y que, salvo unos kilos extras y unos cuantos batacazos de la vida... sigo siendo la misma esencialmente.
Pero entonces, en casa y mientras veo la tele, veo entrar y salir a una mujer despampanante. Las llamadas son para ella, el timbre también. Pasa y repasa por mi lado, con su olor a caramelo y sus labios de fresa. Compro toallitas desmaquillantes por pares y de repente me doy cuenta de que tiene en su perchero una chaqueta vaquera que "era mía" (no sé cuándo dejó de serlo....) y que encima, seguro que le queda mejor a ella.
La escucho reír y cantar a voz en cuello. Me sé todas las canciones de la temporada y no porque sea yo muy moderna. Habla por teléfono, cuchichea, vuelve a reír. Se viste, se maquilla... me dice que va a salir. Me asombro... ¿¿quién es esa?? ¿¿qué has hecho con mi pequeña??
Corro al espejo y ahí estoy. Sigo siendo la misma... no tengo arrugas. Alguna cana. Pero nada es igual realmente. Desde que me hice madre todo ha sido un constante cambio, una carrera contra quién sabe qué. Era una niña cuando la tuve. Tenía prácticamente la edad que tiene ella ahora... ¿Cuándo cambió todo? ¿Cuándo me transformé en una señora?
Te dicen que con los años todo se hace más fácil y que las preocupaciones son menos. Falso... es exactamente al revés. Cambian las perspectivas y acechan los peligros. Me preguntan a menudo cuándo se vuelve a dormir del tirón... no puedo mentiros: Nunca. De momento no he vuelto a dormir con la misma soltura de la adolescencia. Despierto a menudo y estoy en constante vigilia. Ni qué decir si me toca esperar a que llegue la retoña a casa... parecía tan lejano y mira. Creo que volveré a usar reloj.
Es una mujercita encantadora. Sabe exactamente lo que quiere. Sueña y planifica. Escribe en libretitas aquello que desea, sea materia o simple ilusión. Guarda cajitas y papeles bonitos, cartas (de amor?) y palitos de chupa chups, quien sabe para recordar qué momento mágico. Un mundo paralelo se abre al traspasar la puerta de su habitación, donde todo es rosa y no se piensa en hipotecas o crisis. No tengo cabida allí.
Me pregunto cómo es que todos los errores que cometí al criarla parecen no haber tenido importancia. Es exactamente como me imaginaba que sería. No. Mejor aún. Creo que ni en sueños hubiera podido proyectar la persona que es hoy: Centrada y optimista. Con esa risa fácil y esa voz cantarina. Emotiva y cariñosa. Siempre tiene un abrazo para darme, un beso.
Y combativa. No acepta lo que considera injusto y pelea por sus ideas. A veces se convierte otra vez en mi niña pequeña y ronronea a mi lado. Se pone ñoñita. Me dice que soy guapa, que si me hace las uñas... que si me puede hacer una foto... que si me... Suena el teléfono y escapa. Vuelvo a perderla, se escurre. Crece.
Como duele todo esto. Pensaba que la adolescencia estaba a cien años luz y repente está a punto de acabarse. No le queda nada para ser adulta y volar de verdad lejos de mí.
Vuelvo al espejo. Miro mi tripa de embarazada y sólo puedo pensar en que todo va a empezar de nuevo. Voy pasar por todo esto otra vez...