Tonucci en el Ayuntamiento de Madrid
Recibir un enlace con una invitación para participar en el
diálogo entre la Alcaldesa Manuela Carmena y Francesco Tonucci, fue ya una
agradable sorpresa. Una maravilla impensable en otros tiempos y con otros
alcaldes mucho menos accesibles al pueblo llano que somos.
Intento resumir la visita, con mis comentarios en azul. No nos dejaron participar (horror!!!) y creo que muchos teníamos muchas cosas que decir.
Participaron del debate: Francesco Tonucci,
pedagogo italiano y Manuela Carmena, Alcaldesa de Madrid.
José Luis Infanzón, DG del
espacio Público, Obras e Infraestructuras del Ayuntamiento de Madrid, Marta Román Rivas, coautora del libro
“Reintroducción en la Infancia en la ciudad”, Fidel
Revilla, miembro de la Asociación Acción
Educativa y del Movimiento de Renovación Pedagógica, y Marta
Ballesteros directora del
Colegio Público “Ermita del Santo”.
Aunque todo el debate fue interesantísimo, voy a resumir aquí solamente las ideas centrales de Frato y su diálogo con Manuela.
Esta mañana he presenciado un hecho insólito. Me he cruzado con un niño solo. Tendría 10 años...
Esta mañana he presenciado un hecho insólito. Me he cruzado con un niño solo. Tendría 10 años...
- No hay niños en las calles. ¿Qué ha pasado en las ciudades para que los niños ya no puedan salir? ¿Por qué hemos hecho ciudades poco amables con ellos y amables con los coches y la prisa? En los últimos años, y cada vez más, no es posible que los niños jueguen en la calle como lo hacíamos nosotros en el pasado.
- Y esto, es un peligro para la sociedad en su conjunto puesto que los cimientos de la vida se construyen jugando. Si cerramos los espacios verdes, si no ofrecemos a los niños miles de posibilidades para que ellos exploren y se diviertan solos, estamos boicoteando la sociedad del futuro.
- Jugar solos. Esto quiere decir, que es muy importante no dirigir ni acompañar ese juego. Un niño no puede jugar libremente si estamos nosotros controlando. Controlemos nuestros miedos: al caer, a la inseguridad.
- Jugar libres en espacios no establecidos como área de juego. Los niños necesitan aire libre, naturaleza, piedras, agua... liberar su energía. Esto les hace crecer en todos los sentidos y por supuesto, las actividades extraescolares no solo son insuficientes sino, que al ser dirigidas, no ofrecen al niño esas posibilidades.
- La alarma que existe sobre los trastornos de atención responde a ello. De alguna forma está conectada al poco tiempo que tienen los niños al aire libre, disfrutando de actividades no dirigidas.
- Cuando se les pregunta a los niños en planes para una ciudad más amable, ellos piensan en todos y piden más parques, más bancos, más accesibilidad.
- Tenemos que empezar a pensar en los barrios como pequeñas ciudades y hacer que en cada uno la prioridad sea el peatón, porque peatones somos todos. Crear ciudades así, sería la forma más democrática de tomar decisiones políticas.
Sin lugar a dudas algo falla en Madrid, una ciudad en la que se vive de prisa y no se tienen en cuenta las necesidades de los más frágiles. Por qué no proponer ciudades más amables con aquellos? No sería más fácil vivirlas?
Qué terrible tiene que ser para un arquitecto, darse cuenta de que los espacios no diseñados son los mejores para que los niños jueguen.
Le recomiendo al Director de Urbanismo que se olvide del plan de construcción de parques. Por favor, no los hagáis!! Un niño no puede jugar libremente en un sitio limitado por el diseño. Solo necesita un sitio amplio, donde haya setos para esconderse, plantas, arena, agua, piedras... unos bancos para que los adultos nos sentemos. Sin orden ni diseño alguno.
Recuerdo que cuando era niña, de unos 4 ó 5 años, vivía en un pueblito extremeño de muy pocos habitantes. Detrás de mi casa había un terreno baldío con ortigas, cristales, piedras, palos, arena, ladrillos (seguramente algo quedó a medio construir), mala hierba de toda clase, latas viejas y oxidadas... Era un lugar maravilloso al que yo escapaba todas las tardes; a veces sola, a veces con mis amigos del pueblo (de todas las edades) y con los que inventábamos juegos increíbles usando toda aquella "basura adulta". Sabíamos perfectamente qué hierbas tocar y a cuales no acercarnos. Nunca nos cortamos ni nos hicimos daño con ninguno de esos objetos.
Manuela Carmena
El problema es que no tenemos costumbre de ver niños. Nos estorban. Molestan en todas partes . Uno llega a una edad en la que se da cuenta de que el relevo generacional está en esos niños que no vemos y deberíamos abrir la ciudad para ellos.
Manuela contaba que ella, cuando nació su hija, llevó la cuna a la oficina para poder trabajar. Y que deberíamos empezar a acostumbrarnos a tener niños en todos los sitios. Que es una vergüenza que los espacios públicos y las instituciones no estén habilitados para que los niños sean bienvenidos.
Y recordó la siguiente anécdota: fueron de visita los niños saharauis que pasaban el verano en Madrid y no tuvieron qué darles... así que el departamento de marketing ofreció unos gorros de lluvia para que se llevasen de recuerdo. De vergüenza...
Madres trabajando - Redacción de Mothering magazine |
(Mis comentarios en azul) Pregunta! Cuántas mujeres en el Ayuntamiento hacen lo mismo? cuántas llevan a sus hijos a trabajar? Hay algún espacio en el que puedan estar los niños, cuidados (sin masificación y cercano a sus madres) para que estas - o sus padres- puedan sentirse tranquilas trabajando , con la seguridad de que pueden ver a sus hijos en cualquier momento? Cuántos padres se han cogido la baja por paternidad completa? ¿Veríamos bien que una madre trabajadora de una oficina pública amamante a su bebé de 8 meses mientras nos atiende una gestión? ¿Cuántas mujeres han sido echadas de sitios públicos por dar de mamar a sus hijos? Por qué es necesaria una plataforma como "lactancia en libertad"?
Voy a resumir las ideas más importantes de los otros ponentes (o con aquello que me he quedado):
Decía la maestra, Marta Ballesteros directora del Colegio Público “Ermita del Santo”, que los padres están obligando a los coles a tomar decisiones absurdas. Parques acolchados, sin piedras ni palos para que no se lastimen; sin arena para que no se ensucien; sin agua para que no se mojen.
Que después de comer, los padres piden "actividades dirigidas" para que los niños no salgan al patio a jugar. Contaba que en su colegio las tuvieron que poner pero las hicieron optativas con el resultado de que no iba nadie, porque los niños prefieren jugar al pilla pilla.
Totalmente. Recuerdo que en el colegio de mi hija mayor prohibieron jugar a la comba por si algún niño se ahorcaba con ella. No se podía jugar a la pelota para que nadie reciba un pelotazo. El fútbol y los juegos de correr, prohibidos... ¿Estamos tontos? Han pasado los años y nada ha cambiado. En el colegio de los pequeños hace poco acolcharon la zona de parque (barras, cuerdas para subir...) porque una niña subió, se cayó y se rompió un brazo. Desde mi perspectiva, no podemos poner almohadas en el camino por si nuestros hijos caen... creo que es mejor que los hijos se acostumbren a entrenarse en ese tipo de juegos; conozcan los límites de su cuerpo y tengan conciencia del peligro. Tenga libertad para subir, trepar, saltar desde pequeños y así, con 6 años, no se tirará de una segunda planta " a ver qué pasa". Lo sabrá.
Proteger las paredes de los coles con acolchados especiales, quitar de su entorno todos los obstáculos, desde la simple "ayuda" de darles la mano para que aprendan a caminar, son errores que cometemos por una falsa idea de protección, porque lo que realmente sucede es que les dejamos desarmados para la realidad cotidiana.
La profesora seguía contando los intentos por favorecer el tiempo libre de los niños. La realidad es muy diferente: las grandes diferencias sociales entre los alumnos dejan ver claramente que no se puede trabajar de la misma manera con todos. Que se esfuerzan mucho para ofrecer actividades extraescolares, pero que con el ratio de niños existente, solo puede ofrecerse actividades dirigidas. Un fracaso.
A esto, Marta Román Rivas, coautora del libro “Reintroducción en la Infancia en la ciudad” contestaba tajante: ¿Qué os hace pensar que queremos más actividades extraescolares? ¡Queremos tiempo para estar con ellos!
Los padres de hoy tenemos una gran presión de todas partes (medios, profesores, expertos varios, sociedad...) para hacer las cosas perfectas y bajo el miedo de que si te equivocas algo muy malo les pasará o se harán delincuentes en el futuro. Claro que les cuidamos y les protegemos... Vivimos en una sociedad paranoica en la que acecha el peligro.
¡Si queremos cambiar algo, dadnos tiempo para pasar con nuestros hijos!
Le faltó hablar de deberes. ¿Cómo disfrutar de la ciudad si cuando acabamos de hacer los deberes, es de noche? La cantidad exagerada de tareas para casa nos roba a nuestros hijos y les roba la infancia. Este vídeo maravilloso de Eva Bailén lo resume perfectamente:
Fue un diálogo muy bueno y salí con muy buenas sensación. Emocionada por ver madres y bebés en el mismo sitio que nuestra Alcaldesa. Emocionada por saber que hay ganas y propuestas... que por lo menos, las ideas empiezan a calar en las esferas de decisión. O no?
En resumen. Palabras. Muy bonitas todas. Muchas buenas intenciones. Vivimos en una sociedad hecha para coches. Para prisas. Donde los semáforos no son amigos de los peatones y donde aquel que no es suficientemente rápido, listo, alto, tiene pocas probabilidades de disfrutar de verdad de todo aquello que ofrece Madrid. Pero a ese horror colaboramos todos... cómo es posible que BiciMAD esté al borde de la quiebra por vandalismo? Vamos al parque cercano y encontramos restos de botellones y cacas de perro cada dos metros. Qué vergüenza.
Frato contó una anécdota que me impactó y que resume esta charla frente a la realidad cotidiana:
Recuerdo muy triste a una señora que me contó que no salía de su casa porque los semáforos cambiaban demasiado rápido y no le daba tiempo a cruzar.
Minutos después de salir de allí, la anécdota cobró vida propia. Empecé a cruzar una gran avenida y el semáforo comenzó el parpadeó que te indica que se acaba tu tiempo. Así que que corrí... y un agujero en el suelo que no vi, se levantó como un muro. Volé hasta la mitad de la calzada y caí con todo mi peso. Me hice mucho daño. Se me rompió la ropa, me raspé las rodillas, los codos y me fracturé la muñeca.
No pude evitar pensar: ¿Y si hubiera sido mi madre? ¿Y si hubieran sido mis hijos? ¿Es esta una ciudad vivible?