Me sentenció.
No le tembló la voz... y luego de un tacto que me hizo ver estrellas, después de decirme que "no sea quejica" y reírse de "mis pretensiones", cerró la puerta y me dejó sola.
Yo entonces no lo sabía, pero ese momento iba a determinar no -solo- mi parto, sino mi vida de allí en adelante.
El poder de la palabra... el poder de construir o destruir. Mi matrona, la que me tocó ese día, sentenció así mi parto y nacieron a mi hija en un sinfín de despropósitos; uno detrás de otro. La vi salir y era gris, casi negra. Sin tono. Muda. Parecía un pez, sin vida... Y no nos dejaron hacer fotos. "Por si acaso" dijeron.... ¿Por si acaso qué?
Pensé por un momento que mi niña estaba muerta. Se la llevaron a intubar y "salvarla". "Parto precipitado" dijeron... pero entre la oxitocina que me pusieron y cómo se desencadenó todo después, lo extraño es que no pasara nada más.
Apuntaron "parto normal". Un parto habitual, más bien. Uno más.
Fui educada y di las gracias. Por el cero acompañamiento, por las formas al tratarme, por la condescendencia, por decirme "mami", por hacerme creer que negociaba, por robarme lo que con tanta ilusión había planificado...
Pero tres días después, ya en casa y sola con mis dos hijitas (los permisos de paternidad duraban 2 días entonces), rebusqué en viejos enlaces y encontré el de aquellas mujeres. Cuando leí sus historias por primera vez, semanas antes del parto, pensé que estaban fatal de la cabeza. "pobres mujeres... sin información, sin apoyo". Yo, hija de médicos dedicados al parto sin temor. Yo, que ya había parido con placer y feliz. Yo, que estaba tan informada: tanto!... o eso pensaba. ¿¿¿Qué me iban a enseñar estas mujeres??? Hacer click en ese enlace fue como mirarme en un espejo. Y me hice socia.
Nueve. Nueve años y parece que fue ayer. Dicen que un fracaso nunca lo es. Es una oportunidad de crecer y de hacer las cosas de otra forma. Tenía 29 años entonces y había dedicado los diez años anteriores a estudiar a las mujeres y sus necesidades. Teoría pura... sin empatizar, sin involucrarme.
Y entonces, la oportunidad de reencontrarse con una, aparece. En todo este tiempo he podido escuchar y leer historias realmente horribles. Partos traumáticos y dolorosos. Dolor de cuerpo y sobre todo, de alma. Lactancias terribles... bebés separados. Mi parto, aquel parto, no fue espeluznante. Fue uno de tantos. y sin embargo, me enseñó tantas cosas! Igual que en Matrix, cogí la pastilla que debía y no hubo vuelta atrás.
Hoy brindo por aquel día. Por todo lo que me dejó. Por todo lo que aprendí y aprendo. Por la oportunidad de dar la mano a las mujeres. Por aquellas que me acompañan a diario, que me dan tanto. Y doy las gracias a la vida por este ser luminoso que es mi hija, que me enseña, que me ha permitido descubrir la maternidad de otras formas y ofrecer a otras madres un espacio para estar. Porque sin ella, todo sería diferente.
Siempre que puedo le cuento a Piojilla que ella nació en un día de invierno-invierno, frío. Que nevaba. Y ella, fue el único rayo de sol de aquel día frío y gris. Nueve años después, ahora mismo, miro por la ventana y el sol brilla.
Felicidades hija mía. Salud!
Siempre que puedo le cuento a Piojilla que ella nació en un día de invierno-invierno, frío. Que nevaba. Y ella, fue el único rayo de sol de aquel día frío y gris. Nueve años después, ahora mismo, miro por la ventana y el sol brilla.
Felicidades hija mía. Salud!