Primum non nocere
Claudia Pariente
(Extracto del libro "Violencia obstétrica: la que no se dice, la que no se ve")
La violencia obstétrica existe. No es solo el desconocimiento de la evidencia científica por quienes la ejercen, la que la ampara; ni la desinformación de las mujeres que son víctimas la que ofrece la oportunidad (¿Es que acaso le garantiza la información no ser víctima?), sino la construcción del sistema general en el que nos movemos. La manipulación, el trato deshumanizado y discriminatorio a la mujer por serlo. Es violencia contra las mujeres y desgraciadamente, esto ocurre en todos los ámbitos de la vida y especialmente en sus procesos biológicos.
Estamos, de forma clara y contundente, ante un tipo de violencia de género. Para ejercerla no hay que -necesariamente- causar dolor físico; bastan solo palabras: frases groseras y descalificadoras que despojan a la mujer de su poder femenino, reducen su autoestima y la convierten en un mero objeto al que se interviene. El agravante de la situación es la circunstancia en la que estos abusos se suceden: el parto. Un momento especialmente vulnerable.
Pero además, la inobservancia de las recomendaciones internacionales y las múltiples violaciones a los más sencillos códigos de buena atención perinatal, agregada al poder que se ejerce desde la jerarquía sanitaria, dejan en evidencia que, efectivamente, el hecho de que la mujer esté informada, conozca sus derechos e intente ejercerlos, no es garantía suficiente para un parto seguro y respetuoso.
Cuando leemos las principales recomendaciones que hace la Organización Mundial de la Salud o las de la EAPN respecto de la atención al parto y nacimiento, nos damos cuenta del quebrantamiento continuo de las mismas en España. Y las pocas cifras que tenemos en este momento sobre la atención al parto en nuestro país demuestran cómo y de qué forma se están ignorando estas recomendaciones. Lo que no podemos ver, no es identificable en las tablas ni en las encuestas de satisfacción “a pie de cuna”, sino que se traduce a largo y mediano plazo en trauma, miedo, estrés postraumático y rechazo del proceso de parir, cuando no en depresiones severas y múltiples secuelas físicas y psicológicas imposibles de medir.
Así es: es fácil ver en las estadísticas las consecuencias de prácticas e intervenciones innecesarias que se realizan a diario en los hospitales españoles, pero lo que no se puede ver es el maltrato institucionalizado del que, en demasiadas ocasiones, son víctimas las mujeres ni las consecuencias de ello. La violencia de género más peligrosa es la que no se ve.
Si bien es cierto que se están dando los pasos adecuados para mejorar la calidad asistencial de la atención al parto y que muchos profesionales se están esforzando por cambiar los números actuales, un cambio real sólo será posible cuando se revisen los modelos mentales sobre los cuales se atiende a la mujer que pare. Cuando no solo se revisen técnicas y números, sino actitudes y tratos. Cuando se devuelva a las mujeres su autonomía y sean realmente partícipes del nacimiento de sus bebés.
Crear cultura de cambio no pasa de forma exclusiva por brindar información sobre derechos y libertades a las usuarias de este sistema de salud, sino por una transformación más profunda de los paradigmas existentes, el respeto al cuerpo femenino y sus procesos y el ejercicio de la profesión desde la vocación verdadera. Pero además, reconocer esta violencia como tal y entender que muchas de estas situaciones se hacen efectivas por comodidad y beneficio de los propios profesionales sanitarios y no del de las usuarias, puede ser un primer paso para avanzar hacia una mejor atención. Decir NO al corporativismo.
¿De qué forma podemos encarar estos cambios a futuro?
La recomendación final es la de incluir el concepto de violencia obstétrica como una forma de violencia de género y por lo tanto, censurable ante la ley. Lógicamente, sin un cambio de mentalidad, las leyes son insuficientes (prueba de ello, los altos índices de violencia obstétrica en Venezuela, país pionero en legislación al respecto). Llevar a las universidades y al público en general el debate sobre lo que es VO. Definir un contexto legal y ético para los profesionales involucrados en la atención del parto.
Y como usuarias, aportando desde nuestros espacios de decisión y de opinión a ese anhelado cambio cualitativo en el respeto de nuestros derechos, con nuestras ideas y testimonios sobre formas diferentes de parir y nacer.. Hacia la verdadera igualdad entre hombres y mujeres comenzando desde la cuna.
Y como usuarias, aportando desde nuestros espacios de decisión y de opinión a ese anhelado cambio cualitativo en el respeto de nuestros derechos, con nuestras ideas y testimonios sobre formas diferentes de parir y nacer.. Hacia la verdadera igualdad entre hombres y mujeres comenzando desde la cuna.
Tal vez, a partir de ello, sean menos las historias de partos maltratados y mujeres rotas. Y tal vez, en un futuro, una asociación como El Parto es Nuestro deje de tener razón de ser, porque por fin se habrá conseguido que lo sea.
4 comentarios:
Completamente de acuerdo. La humillación, la frustración y el sentimiento de desprotección son muy similares.
Como futura educadora infantil (y algún día mamá) no podría estar más de acuerdo.
Muy bueno el artículo.
Un saludo,
Mai
Como futura educadora infantil (y algún día mamá) no puedo estar más de acuerdo.
Muy buena la entrada,
Mai
Me ha gustado tu artículo. Es bueno en cuanto a lenguaje, es serio y es objetivo. Pero el tema me ha interesado y me gustaría que ejemplificases en algunos aspectos, o enlazases al texto original, que supongo más extenso y con dichos ejemplos. Por terminar de aclarar las ideas para alguien que visita tu blog por primera vez.
Un saludo
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