Con cariño, para vosotros...
En los últimos tiempos, un montón de gente que aprecio y de círculos variados me ha anunciado con tristeza el fin de su relación. Tengo que decir que entiendo perfectamente el dolor y la frustración que existe detrás de esta decisión, y que sé todo lo que ha tenido que pasar previamente; todas las palabras que se han podido decir y callar, toda la ilusión perdida y la inmensa pena que se siente al admitir que todo ha terminado.
No siempre fui tan feliz y no siempre tuve a mi lado un compañero como el que tengo. Por eso, y porque como hija también sufrí con tristeza el divorcio de mis padres, puedo decir que la experiencia del divorcio, de la ruptura, es inmensamente dolorosa y deja una huella muy profunda en todos los involucrados; especialmente en los hijos. Difícilmente se olvida, como hijito, el día que uno de tus padres se va de casa. No importa la edad que se tenga, como hijo es muy difícil aceptar la nueva situación.
Quiero tocar este tema desde ese punto de vista. Porque no soy psicóloga ni experta en leyes, pero sufrí en mi propia piel ambas circunstancias: el divorcio de mis padres y mi propio gran fracaso amoroso. No puedo decir cual de ellos fue más doloroso, pero sí que puedo afirmar que ambas experiencias me "convirtieron" en una persona diferente al salir de ellas. Y que incluso luego, años después, cuando mis padres volvieron a estar juntos -cosas de la vida- y cuando yo misma decidí rehacer mi vida al lado de otro amor, las cicatrices de ambas heridas quedaron ahí, como parte de mi historia.
Es cierto que en muchas ocasiones divorciarse es la mejor opción para todos. Especialmente cuando el respeto y la confianza se han perdido; cuando la comunicación se ha roto de forma irremediable o cuando simplemente se ha dejado de amar... sin embargo, creo que deben hacerse todos los esfuerzos por solucionar todo lo que todavía pueda salvarse, hacer terapia, buscar ayuda profesional, sentarse a hablar serenamente sobre lo ocurrido, valorar los pros y contras de la separación, incluso en lo económico y logístico.
A veces estamos muy dolidos por las circunstancias, pero si algo aprendí de mi primera gran ruptura amorosa, es que no se puede gastar la palabra "divorcio". No puede usarse en cualquier momento de furia. Hay que usarla una sola vez, con la cabeza fría... cuando tengamos la absoluta certeza de que va a ser definitivo. Utilizarla en cada pequeña pelea desgasta la relación y destruye los sentimientos, las ganas de arreglar las cosas. Porque la palabra dicha no tiene vuelta.
Algo que creo que es fundamental es no involucrar a los hijos en este tipo de decisiones. No poner a nuestros hijos en la triste situación de tener que elegir, de escuchar nuestras discusiones... porque nosotros dejaremos de ser pareja, pero ellos serán nuestros hijos para siempre. Ningún niño debería escuchar nunca ninguna palabra de desprecio hacia sus progenitores.
Como adultos nos equivocamos miles de veces... aceptar que nos equivocamos en la elección de la persona amada o en la forma de llevar una relación es duro y tiene su propio proceso de duelo. En lo emocional, pero también en lo administrativo y práctico. Aunque nadie habla de eso, enfrentar todo el papeleo, tener que firmar cosas, citarte con abogados, hacer "pactos" de visita, pensiones y de custodias, repartirte todas las cositas que un día compraste con ilusión, llevarte tus cosas a un nuevo "hogar", volver a casa y que no haya nadie durante los días "sin niños", pasar los fines de semana o algunas fiestas familiares en soledad, contestar las interminables preguntas de tus hijos de por qué mamá/papá no está o por qué no puede venir con nosotros a aquel viaje que soñaron juntos o incluso escuchar sus reproches... todo eso, aunque parezca superfluo, es un camino lento y duele. Da igual si no tenemos intención de volver a ser pareja, el recuerdo de lo que fue y la sensación de pérdida es siempre igual.
Hay que contar a los hijos aquello que pasa, de acuerdo a sus años y haciéndoles ver siempre que la separación es independiente del amor que se pueda sentir por ellos. Explicar que el amor queda intacto aunque nos veamos menos y que los abuelos, tíos y gente que nos quiere no se está divorciando de nosotros ni de ellos.... sólo somos nosotros dos.
Como esposa, cuando decidí que todo terminaba nunca pensé en volver... fui tajante. Pero como hija, debo admitir que siempre tuve la esperanza de que mis padres volviesen a estar juntos. Finalmente ocurrió y ellos volvieron muchos años después, siendo yo ya adulta; pero creo que si no hubiera ocurrido, aún ahora pensaría en ello. Para nosotros, como hijos, el primer amor de pareja que conocemos es el de nuestros padres... como en un espejo, nos miramos en él. Queremos que se quieran y podemos sentirnos muy culpables si no es así.
No pretendo dar ningún consejo desde aquí, porque no soy quien y porque cada pareja tiene sus propios problemas y dificultades. Pero sí que creo que antes de tirar la toalla debemos hacer una revisión de todo el contexto, de nuestros propios fallos (y no sólo de los ajenos) y de nuestra intención de enmendarlos. De saber ver con distancia todo aquello con lo que arrasará el divorcio cuando sea una realidad y no sólo una palabra que escapa de nuestra boca.
Por último: Siempre digo que mi marido es mi mejor amigo. No es una frase hecha, ni es una cursilada: realmente lo siento así. La cuestión es que nunca sentí eso antes con nadie... creía en el amor a primera vista y en el romanticismo de velas y rosas rojas. Papá Conejo no me trae flores jamás y me dice te quiero dos veces al año... pero son las pequeñas cosas que hace por mí lo que me hace sentir querida. No hacer ruido cuando se va al trabajo y me deja dormida, pasar sus fines de semana poniendo clavos para un cuadro que me gustó o yendo mil veces a Ikea si hace falta. Es una persona con la que cuento siempre... especialmente en los momentos más difíciles. Somos personas independientes y cada uno tiene una vida muy intensa fuera de la pareja. No necesariamente le cuento todo lo que ocurre en mi vida, ni pretendo saber todo lo que ocurre en la suya, porque entendí hace mucho tiempo que la primera piedra para construir la relación está hecha de confianza y libertad.
Con esto quiero decir que hemos idealizado tanto el amor, que a veces olvidamos nuestros detalles y los del otro. Que decir te quiero es mucho más que la sola frase... y que si hacemos un recuento de todos esos momentos que nos dedicamos mutuamente, desde lo más insignificante, tal vez podamos descubrir que no todo está perdido.
6 comentarios:
Yo celebro que dos personas que no pueden convivir decidan no hacerlo más; el día que mis padres se separaron (luego de 20 años de casados) fue uno de los más felices de mi vida, lamentablemente. Nunca entendí como dos personas de dos planetas de dos galaxias a años luz de distancia, se casaron alguna vez y convivieron tanto tiempo. Creo que como muchas cosas en la vida, tomamos decisiones sin pensar en las consecuencias y elegimos compañeros que no son para toda la vida, y que muchas veces, son para ratos cortos, más bien. Es un tema muy delicado...
Hola mama piojo( o clau jeje) ya hace algún tiempo había entrado en tu blog y visto tus entradas que por mas decir son super interesantes pero hoy me encuentro con esta nota que tiene un poco de tristeza y melodías de voz melancólicas, y justamente hoy en mi vida aparecieron unas palabras reconfortantes para cualquier humano con ganas de vivir que ahora que veo que alguien las necesita, pues las dejo, espero hagan provecho y tengas el tiempo de leerlo, que es un poco largo, mucha suerte
http://www.elalmanaque.com/amoryamistad/art5.htm
PD: también puedes encontrarlo en video
Querida Rosario: Hay cientas de formas de demostrar el cariño a los hijos. Como padre, tu pareja tiene mil recursos para poder estar presente sin estarlo. Incluso si vive al otro lado del mundo, siempre podrá enviar un mail, hacer una llamada por Skype (gratis!), contactar por la redes sociales o enviar algún regalito y todo.
Los hijos podemos entender que los papás se van de casa porque el matrimonio se ha roto, pero que eso no afecta la relación que pueda tener con ellos, sólo la cambia.
Es deber de los adultos dejar intacta esa relación e incluso reforzarla si no era lo suficientemente fuerte. Pero también hay que ser conscientes de que no todas las personas somos iguales y que habrá padres y madres más despegados, que poco a poco olviden esa obligación.
Hay padres (y quiero decir, padres y madres) que olvidan muy pronto que tienen hijitos y de manera muy lenta pero firme, van dejando huecos de ausencia en todos los sentidos. Cada vez llaman menos, luego sólo en fechas "señaladas" y un día olvidarán el cumpleaños o la Navidad...
Los hijos crecemos. Y nos duele esa indiferencia y ese desamor aunque no digamos nada. Sólo ese hijo podrá reclamar un día lo que le faltó. Creo que nuestro deber como madres/padres que nos quedamos con los hijos, es el de favorecer las circunstancias para que esa comunicación entre nuestra pareja y el hijo exista. No sólo "permitirla" sino animar a que se haga.
Pero es responsabilidad del otro miembro de la pareja sostener en el tiempo esa comunicación, hacerla fuerte, buscarla. No es el hijo el que tiene que buscar al padre o a la madre.
De todas formas, la vida pasa. Un día el hijo crecerá y ten la seguridad de que no habrá juez más implacable que el tiempo. Si los padres fueron lo suficientemente adultos para cuidar esa relación con sus hijos, el divorcio será algo menos doloroso a largo plazo para todos.
Deseo que estés bien, de corazón.
Un beso.
Claudia
Hola Mamamuso!
Un millón de gracias! No, no es melancolía o tristeza. Cada una de las experiencias de la vida son las que enriquecen nuestro espíritu y lo hacen crecer.
Sé que si cada una de las cosas que ocurrieron en mi vida no hubieran sucedido, no sería la persona que hoy soy. Y hoy soy feliz.
Leeré lo que me envías. Muchas gracias.
Abrazos,
Claudia
Hola, me llamo maría, en mi caso, ocurrió lo que quizás sería justicia. Estuve con un chico varios año, le amé y me amó. Me fui a estudiar mi carrera fuera... y sin quererlo me enamoré de otra persona. Le dejé sin piedad alguna, no le di la posibilidad de hacer o decir nada, le aparté de mí. Ni tan siquiera le di una explicación, bueno sí, que lo nuestro no funcionaba... no le dije que había otra persona, ni que le había sido infiel con él. Se lo negué una y otra vez. Años más tarde, felizmente casada, con familia, trabajo... mi marido hizo lo mismo conmigo. Ahora puedo entender la angustia que debió sentir, la amargura tan grande,y cómo debió de sentirse, la impotencia, el desespero, la agonía, la verguenza.... ni tan siquiera le dije un lo siento, ni tan siquiera me lo dijeron a mí. Supongo que en la vida.... ocurren estas cosas. No puedo dejar de pensar, que quizás si no hubiera hecho lo que hice, mi vida no hubiera transcurrido como transcurrió. No tiene nada que ver lo se... pero me corroe ese run run de que quizás la vida me lo debía, y por ello no pude ser feliz. Mi consejo, por si le sirve a alguien es que si dejan a alguien le digan la verdad en la cara, mirando a los ojos, y si no lo hicieron, háganlo. En la vida.... según actúes, así te vienen las cosas. Con amor y sinceridad se llega más lejos
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