Duele que te mueres.
Y no, no me refiero al parto. Eso no es nada comparado con lo que se viene... Sin avisar y sin anestesia posible. Un dolor gustoso, eso sí.... que si no, no se repite.
Duelen las tetas y no se parece a aquello que pensabas. Y a veces huyes de su boquita hambrienta. Duele el parto que no tuviste. Duele el posparto oscuro y desconocido. Y lo descubres todo de golpe y porrazo en ese tercer día en el que llegas a casa y te das cuenta de que es "de verdad".
Duele verles crecer. Duelen las rabietas, duelen las horas a su lado cuando la fiebre no se va.
Es un dolor físico e intenso. Un dolor inexplicable... igual de inexplicable que el estar dispuesta a morir si hace falta, para que ellos vivan. Para que sean felices. Duele no dormir. Aunque el cachorro duerma.
Duele que te digan "mala!!" con su lengua de trapo. Duele cuando te llenan de besos porque sí. Cuando les ves desaparecer en ese "primer día de cole" que siempre llega demasiado pronto. Si no, no me explico las lágrimas.
Duele pensar en todas las veces que te equivocas, en los gritos que lanzas y que quisieras ahogar donde no lastimen a nadie. Duele cuando olvidas que son tus hijos y que no han pedido venir. Duele más cuando son ellos los que te lo recuerdan. Duele sentir que te pesa. Que te supera aunque los ames con locura. Y cuando quieres encerrarte y tener tiempo para ti...llena de culpas y piensas inocentemente que queda mucho para que un día, de verdad, se vayan.
Duele darte cuenta de lo frágiles que son. Que basta muy poco para dañarles. Para que otros les dañen. Que es cuestión de suerte tenerles aquí y tener el privilegio de verles ser. Duele entender con el tiempo, que eso de no decirle a nadie que estabas embarazada los tres primeros meses, "por si acaso", no tenía sentido... que la muerte te los puede arrebatar con un día, con un año, con 10, con 30. Pito, pito gorgorito.
Duele y sorprende verles convertirse en otros. Mirar extrañada seres que has parido. Fardar de lo guapos, lo listos, lo buenos que han salido. Y que de repente peleen entre ellos o te contesten mal... y sentir que has mentido. Que te has mentido.
Duele saber que tiene secretos que no te comparte. Duele cuando te dice que eres su mejor amiga y que años después te borren de su lista de amigos y ya no encajes en sus planes. Que planifique vacaciones y conciertos en sitios que no conoces, con gente que no eres tú. Duele el cuerpo cuando no sabes dónde están, aunque confíes. Mirar el reloj una y otra vez, sin dormir... como al principio.
Duele que le queden mejor que a ti los mismos vaqueros. Y qué dolor y que orgullo y qué alegría. Verle, hermosa criatura, y que el espejo te diga a ti cuántos años han pasado sin ningún tipo de piedad. Duele no haber podido disfrutar más, quererles más, abrazarles más siendo pequeños. Duele que el tiempo no se detenga. Para ninguno.
Duele que quiera compartir su vida con alguien. Que ya no pregunte nada, que sea libre. Duele que ya no esté de acuerdo contigo y que seamos agua y aceite. Duele que quiera irse de casa y no tener más que sonreír y sentirte muy contenta, porque es lo que toca. Porque la vida es así y tú te fuiste.
Y a tu madre le dolió.
Duele.
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