viernes, 25 de noviembre de 2016

Violencias

El otro día leía indignada una noticia en la que se hablaba de que todas las mujeres nacemos con una "hernia fisiológica" llamada vagina. Esta concepción de "mujer con fallas de fábrica" es la que nos pone en el punto de mira para ser "curadas" tan pronto sea posible de nuestros procesos fisiológicos. Más abajo, al final del post, ofrezco algunos ejemplos de lo mismo pero en otras épocas. No hemos avanzado mucho. 
¿Qué sucede?  Si se remite a la noticia, la imagen que la ilustra muestra a tres señores en escena y otro que seguramente sea el moderador. No hay mujeres en palestra. Y no es casualidad. Poco tenemos que decir sobre nuestros propios cuerpos.  

No es algo único. La publicidad, los medios y en general la sociedad observa los procesos femeninos con asco y en secreto. La menstruación sigue siendo tabú incluso en las nuevas generaciones. Solo hace falta entrar en cualquier foro en el que se esté hablando de ello. Es decir "copa menstrual" por ejemplo... y un montón de insultos aparecen sin más. Ni qué decir de las imágenes que acompañan... sangre azul que seguramente no tengan ni las señoras en la Casa Real. 

El embarazo y el parto no son en absoluto la excepción. Al revés. Cual si fuéramos globos a punto de estallar, el efecto nocebo nos persigue allá donde vamos. No comas esto, no engordes, engorda, hazte el masaje perineal o te hacen la episiotomía. Llegamos al parto vendidas desde la infancia. Porque la violencia contra las mujeres no solo se reduce al daño físico o al psicológico, sino al hecho de someter, victimizar, discriminar, apartar, menospreciar a las mujeres y lo femenino solo por serlo. Y eso, lastimosamente nos ocurre desde que somos bebés. Desde que nacemos -o incluso antes- estamos marcadas para "la debilidad" y "la sumisión". 

Violencias. Porque las violencias que se ejercen contra las mujeres son tantas y en tantos contextos, que las hemos normalizado. 

En este sentido, la violencia obstétrica, invisible y aceptada, no es más que una consecuencia natural de las miles de violencias a las cuales nos someten desde la cuna. No es más que el paso siguiente en la apropiación de nuestros cuerpos. En la patologización de nuestra biología. En la sumisión de lo femenino. 

La "lucha contra la violencia obstétrica" no se ganará en paritorios mientras existan otras violencias imperceptibles campando a sus anchas. Cuando las generaciones venideras consideren que la igualdad en la diferencia es posible, cuando criemos a nuestras hijas e hijos en verdadera corresponsabilidad y dejemos de darle continuidad a los patrones de género que tanto daño hacen... cuando dejemos de tener miedo al salir a la calle, quiero creer que a lo mejor la siguiente generación, las hijas de mis hijas, tengan esa suerte y recuerden con estupor aquellos tiempos en los que se arrancaba a las mujeres de sus casas para llevarlas a parir. 

Mientras tanto, permitidme que hoy 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, me sienta impotente ante todo lo que queda por hacer. 



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...........................(Extracto de "Violencia Obstétrica, la que no se dice, la que no se ve". Claudia Pariente. Noviembre de 2011. Escuela Nacional de Sanidad.) 

¿Pero de qué tipos de violencia hablamos? Cuando se habla de violencia los primeros pensamientos que ocupan nuestra mente se refieren a la violencia física y explícita o a la violencia dentro de la familia sea física o psicológica. Pero es mucho más amplia y llega aún a más espacios: se trata de una violencia estructural cuyo último fin es el de mantener la subordinación femenina al poder hegemónico patriarcal. 

La Organización de Naciones Unidas reconoce este concepto y lo define en el primer artículo de la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, en su 85ª sesión plenaria, el 20 de diciembre de 1993. A los efectos de la presente Declaración, por violencia contra la mujer se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.  
En los hechos, la violencia contra las mujeres está instalada en nuestra sociedad de forma mucho más sutil e imperceptible y se cuela en todas las ramas del saber humano.  

Una de esas ramas es sin duda la profesión médica. Desde el poder que la medicina da a quienes la ejercen sin la suficiente vocación para hacer de su oficio un servicio, se han medicalizado todos los procesos fisiológicos propios de la mujer, sometiéndola a todo tipo de tratamientos y procedimientos que no sólo suponen un riesgo para su salud, sino que también le atribuyen los atributos de “débil” y “enferma” a lo largo de su vida; la mujer sólo tiene una oportunidad: dejar en manos de sus salvadores su vida sexual, afectiva, física y psicológica.   

Tal vez por ello, a lo largo de la historia, podemos encontrar multitud de afirmaciones  en las que desde la medicina se observa a la mujer como objeto pasivo, se le priva de libertad de acción y se le limita en su decisión.  

Veamos algunos ejemplos:  

1869 – Dr. Diriz  
“Se habla para las mujeres de dolencias del estómago, del hígado, de riñones, el corazón, etc.; sin embargo, en la mayoría de los casos si se investiga a fondo, se descubrirá que estas enfermedades no son tales, sino reacciones reflejas o los síntomas de una sola enfermedad, concretamente de la matriz”.  

Para curar estas dolencias, se aplicaban entonces sanguijuelas en los labios vulvares, pechos o incluso cuello del útero; o se provocaba la llamada “contrairritación”, que consistía en provocar llagas en inglés y muslos de la mujer enferma.  
Entre 1860 y 1890 se realizaron miles de intervenciones, extirpando ovarios con carácter preventivo a “aquellas mujeres con carácter díscolo, con excesiva afición a la comida o las inclinaciones eróticas”. 

1970 - Tratado de ginecología de Santiago Dexeus 

“Este síndrome (hablando de la tensión premenstrual) tiene un aspecto social que obliga a formular diagnósticos. En las mujeres jóvenes existe una mayor predisposición a la delincuencia y alteraciones de conducta. En las casadas se altera la paz familiar y aparecen trastornos en el área sexual y a veces una tendencia impulsiva a la violencia y al crimen” 

Sin lugar a dudas, la especialidad desde la que se cometen más atentados contra estos derechos femeninos, es la obstetricia. Por ser un periodo especialmente vulnerable  y delicado, las mujeres están más expuestas a este tipo de violencia; una violencia que se calla y admite.  

...........................(Extracto de "Violencia Obstétrica, la que no se dice, la que no se ve". Claudia Pariente. Noviembre de 2011. Escuela Nacional de Sanidad.) 





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