La primera vez que escuché decir “mi
santo” para referirse a la pareja de
una, me pareció una exageración. Era una amiga centroamericana que hablaba sin
parar y a mil por hora. Sus relatos, con
su santo de protagonista, me parecían divertidos e histriónicos.
Años después, cuando la vida me
dejó toparme con el mío, sentí que el sobrenombre le iba como anillo al dedo…
me lo callé porque pensé que era el enamoramiento que me cegaba y que pronto “la
realidad” saldría a la luz y sería un hombre normalito, como tantos con los que
me había cruzado. Pero ahora, incluso son
mis amigas las que se refieren a él de esa forma. “Es que es un santo”. Y yo
les digo medio en broma (aunque me lo estoy pensando), que si de verdad lo
piensan, voy a ponerle un altar en la casa nueva con una hucha para las
dádivas. Nos vamos a forrar.
Ahora mismo, mientras escribo
estas líneas, escucho de fondo el sonido de las risas –y peleas- de mis hijos
jugando en el jardín y el taladro con el que mi chico le está dando forma a mis
ideas. Él es así.
Bajo a verle y ahí está, ya que
pinta, que pica, que mide… ¿Amor, esto te gusta así? ¿Y si ponemos un cristal
para que deje pasar la luz? (Nunca me
llama por mi nombre, de tal forma que cuando me dice “Claudia” me suena a que
no me llamo así). Y yo, cual experta en
el tema debato y decido los cambios. Pero en realidad no sé nada, solo he
bajado a verle. Como si tuviera quince años.
Van pasando los años y me es inevitable
sentirme cada día más enamorada, sentir cada día más admiración y respeto por
él. Por el ser humano increíble que es, por cada uno de los “te quieros” que me
deja desparramados por la casa con sus acciones, como levantarse sin hacer
ruido nunca y vestirse en la ducha para no despertarme, o salir de la cama a
las 7 de la mañana un día de vacaciones, como hoy, para adelantar la obra en la
que le he metido, una vez más.
Él, sinónimo de abnegación y
templanza. Es reservado, tranquilo, paciente… el complemento perfecto para quien, como yo,
no tiene esas virtudes. Y al mismo
tiempo, igual de apasionado, práctico, terrenal y simple que yo. ¡Y nos peleamos! ¡Por supuesto! A diario también. Pero nuestras broncas son
tan domésticas y claras que es muy sencillo olvidarlas. Nos vamos a la cama
siempre en paz, en un pacto no formulado nunca, y dormimos como cucharas aunque
estemos a 39 grados.
El otro día mientras íbamos en
coche, le
leí un artículo de El País sobre las bases del amor. Era un artículo simple
pero con el que estuvimos ambos de acuerdo y debatimos lárgamente. Aunque el
amor es mucho más complejo, estoy absolutamente convencida de que el respeto y
la admiración debe ser mutua para seguir construyendo y encontrando en el otro
la chispa (todas las chispas). Y yo me siento profundamente amada.
No cuento todo esto por ñoña. Es
que hace dos días llamó mi suegra. Es una mujer pequeñita y morena, que como
él, no hace ruido. Aunque ya está
jubilada, dedicó su vida a formar grupos de mujeres, a liderar espacios para
madres (llamados allí “clubes de madres”), premiada hace unos años por su
trabajo en ese campo como concejala. Matrona, madre de cuatro de los que tres nacieron en su
casa, ha tenido una vida muy activa en torno la participación de las mujeres en
su comunidad. De esa madre, este hijo. Y
de su padre. Hombre amable y educadísimo que no solo apoyó a mi suegra en
cuanto proyecto ideó, sino que fue por sí mismo gran autodidacta, líder en su
pueblo y muy reconocido y querido por todos.
Hablé con ella unos minutos, recordando
a mi queridísimo suegro que murió hace 6 años en estas fechas. Le contaba cómo,
al despedirnos antes de subir al avión, me dijo: “Cuida de H. Te estás llevando
al mejor de mis hijos”.
Y ella contestó: Sí… mi hijo es
extraordinario.
Señora. Solo quería contestarle
como el asunto merecía. Creo que se ha
quedado usted corta.
Pero como mínimo,
extraordinario. Sí.
3 comentarios:
Querida Clau, que forma más hermosa de honrar a tu esposo. Es tan cierto lo que dices con relación al amor. La vida en pareja no es una taza de leche, lo importante es salir adelante juntos sobre la base del amor, el respeto, la admiración del uno hacia el otro. Me encantó tu artículo, tanto, que no pude dejar de leerlo hasta llegar al final. Tu tocaya Claudia P.
Querida Clau, que forma más hermosa de honrar a tu esposo. Es tan cierto lo que dices con relación al amor. La vida en pareja no es una taza de leche, lo importante es salir adelante juntos sobre la base del amor, el respeto, la admiración del uno hacia el otro. Me encantó tu artículo, tanto, que no pude dejar de leerlo hasta llegar al final. Tu tocaya Claudia P.
Gracias Tocaya!
Como bien dices, nada es una taza de leche. Pero donde hay respeto, florece todo. Un abrazo grande desde estas tierras!
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