Me enternecen especialmente estas fechas, por lo que representan. Por mi activismo y mi pasión, que es el acompañamiento a la maternidad. Me gusta recordar qué es exactamente la Navidad y así se lo cuento a mis hijos: Celebrar el nacimiento de aquel pequeño niño, en el más grande de los anonimatos... de la forma más sencilla; sin intervenciones, sin nadie que interrumpa.
Según cuenta la leyenda, María parió sin dolor. Acompañada de su pareja y la mirada atenta y paciente de los animales que allí estaban. Fue un día de alegría y todas las visitas que llegaban, le traían bendiciones. Podéis imaginar la escena? A qué huele? Qué se ve? Qué se oye?
Yo me la imagino muchas veces. Pienso en los momentos previos y María meciéndose rítmicamente al compás de las contracciones. En la oscuridad... con la luna (o aquella estrella?) iluminando suavemente la escena. Descalza y con el pelo suelto; sostenida por un José discreto y tranquilo.
Puedo imaginar el momento exacto en el que el bebé sale de su cuerpo y es recibido. Húmedo y escurridizo. María feliz y cansada. Un parto con gozo, dicen muchas lecturas. Yo me lo imagino placentero.
Y veo a la madre dulce, el bebé sobre su pecho. El padre cerca; arropando y diciendo cosas bonitas. El anuncio de la "buena nueva" como debería ser la de todos los nacimientos. El trajín silencioso de aquellos que le traen regalos y sonrisas. Un bebé a la teta.
Yo les cuento a mis hijos que Navidad es recordar un nacimiento feliz. Y un parto hermoso. Como deberían ser todos.
¡Felices fiestas!
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